El embrión sufre la acelerada separación de sí mismo al pasar de una etapa a otra de su desarrollo y sin que el seno materno que lo nutre tome en cuenta para nada al producto.
El desarrollo embrionario es la construcción de la forma de vida más avanzada: “El Fenómeno Humano”, que el jesuita Pierre Theilard de Chardin optimistamente bautizara como “la Punta de Flecha de toda la evolución”.
Desde ahí empieza la larga travesía llena de separaciones del niño/a que lo acompañará toda la vida.
El niño empieza su vida separándose del cuerpo de la madre en un movimiento urgente donde la madre no es la única que parirá con dolor, sino que el niño/a también sufrirá “el trauma del nacimiento”, como lo llamara Otto Rank.
Apenas establecido en en el idilio madre-hijo, tendrá que ser destetado. Inmediatamente después se enfrentará a la otra madre que le enseñará con firmeza el control de sus esfínteres cuando apenas hace un momento disfrutaban libremente de sus evacuaciones.
Al seguir creciendo la niña buscará compensación amorosa que ya no tiene en la madre buscando el afecto del padre; y el niño lo hará con esta nueva madre que ya no es la que tenía antes, ambos obedeciendo a sus instintos básicos.
En esa etapa ambos experimentarán el primer amor objetivo de su vida. Pero la evolución y su desarrollo los llevarán por fuerza a otros intereses en el área del aprendizaje intelectual al entrar a la escuela; otra separación más.
Apenas se instala en esta nueva etapa, no muy cargada instintivamente, cuando llega la pubertad que lo separa de su mundo infantil y las caricaturas de la tele empiezan a cambiar rumbo a los súper héroes y súper heroínas adolescentes, y de nuevo el desarrollo psicosexual empieza a hacer su trabajo acelerado en la adolescencia.
Las experiencias de relación amorosa son igualmente azarosas y polarizadas; las separaciones dramáticas acompañan al muchacho/a hasta su adultez.
En la adultez se navega en aguas instintivas en calma aparente, pero con un mar de fondo que por ignorado hará brotar formas de separación ya vivida antes por el sujeto, sin informarle de su origen.
Pensándolo bien... Y así llega la separación de la pareja, que es la más representativa y sobrevaluada de todas las separaciones adultas.
http://jperezrobles.wordpress.com/ ; PM110126Separacion.docx ;19:11;2034Car.
miércoles, 2 de febrero de 2011
La Separación de las Parejas - 28-ENE-11
pareja se separa sin necesidad de tener un argumento lógico o moral para hacerlo; y es que, si la pareja se unió por desearlo así, lo lógico es que se pueda separar por así desearlo.
Y eso sucede en la vida cotidiana, haya divorcio o no, incluso cuando sigan viviendo bajo el mismo techo.
Las dos únicas ocasiones en que el argumento de separación pesa más que el deseo de separarse o no, es: (1) cuando no se consuma la pareja; o sea que no hubo relaciones sexuales y (2) cuando hay violencia intrafamiliar; o sea, cuando uno de los miembros de la pareja golpee o abuse sistemáticamente del otro. Sobra decir que en la inmensa mayoría de los casos es el hombre el que le pega a la mujer.
La separación en todo caso, incluso en el caso de violencia física, tiene el mismo efecto de duelo posterior que una separación obligada por la muerte.
Fuera de esos casos extremos, el resto de las separaciones están significativamente determinadas por agentes externos de la cultura y la civilización que crean las circunstancias y escenarios de la separación, sin que los miembros de la pareja lo sepan necesariamente a ciencia cierta.
Hay dos grandes registros en toda relación de pareja: (a) el registro de la pasión, con sus polos amor y agresión; y (b) el registro del poder, con sus polos dominio y sumisión.
Claro que en medio de todo debería andar el registro de la lógica, con sus polos razón propia y razón del otro; pero la lógica parece esconderse ante las fuerzas de la separación que agobian a la pareja desde que nace, mucho antes de llegar a la mesa del juzgado, al frente del altar o al romántico lecho nupcial.
La paradoja de la formación de pareja es que, cuando la Vida Cotidiana enseña la verdadera cara de la persona con la que vivo, y no la máscara idealizada que yo le impuse al enamorarme; o sea, cuando la razón empieza a aparecer y la ceguera del enamoramiento disminuye, empiezo a tener la sensación de que me equivoqué terriblemente y que debo salir de aquí antes de que se ponga peor este asunto.
Sin embargo, hasta en el mejor de los casos, la causa del sentimiento de error o fracaso es artificial e una causa inducida por la civilización.
La cultura dominante exige que el enamoramiento se mantenga igual y la civilización exige rendimiento productivo y perfección social de parte de cada uno de los dos.
Se ignora sistemáticamente que el desarrollo de la ilusión inicial de la pareja siempre terminará en desilusión; y ésta en separación cuando no hay suficiente amor para soportarla y carácter para transformarla.
Pensándolo bien... Y las fuerzas de ahí afuera que acaban con la pareja de aquí adentro son… las que veremos en Vida cotidiana, mañana sábado por Stereo Uno a la una.
http://jperezrobles.wordpress.com/blog; PB110128SeparPareja.docx; 19:07; 2361Car.
Y eso sucede en la vida cotidiana, haya divorcio o no, incluso cuando sigan viviendo bajo el mismo techo.
Las dos únicas ocasiones en que el argumento de separación pesa más que el deseo de separarse o no, es: (1) cuando no se consuma la pareja; o sea que no hubo relaciones sexuales y (2) cuando hay violencia intrafamiliar; o sea, cuando uno de los miembros de la pareja golpee o abuse sistemáticamente del otro. Sobra decir que en la inmensa mayoría de los casos es el hombre el que le pega a la mujer.
La separación en todo caso, incluso en el caso de violencia física, tiene el mismo efecto de duelo posterior que una separación obligada por la muerte.
Fuera de esos casos extremos, el resto de las separaciones están significativamente determinadas por agentes externos de la cultura y la civilización que crean las circunstancias y escenarios de la separación, sin que los miembros de la pareja lo sepan necesariamente a ciencia cierta.
Hay dos grandes registros en toda relación de pareja: (a) el registro de la pasión, con sus polos amor y agresión; y (b) el registro del poder, con sus polos dominio y sumisión.
Claro que en medio de todo debería andar el registro de la lógica, con sus polos razón propia y razón del otro; pero la lógica parece esconderse ante las fuerzas de la separación que agobian a la pareja desde que nace, mucho antes de llegar a la mesa del juzgado, al frente del altar o al romántico lecho nupcial.
La paradoja de la formación de pareja es que, cuando la Vida Cotidiana enseña la verdadera cara de la persona con la que vivo, y no la máscara idealizada que yo le impuse al enamorarme; o sea, cuando la razón empieza a aparecer y la ceguera del enamoramiento disminuye, empiezo a tener la sensación de que me equivoqué terriblemente y que debo salir de aquí antes de que se ponga peor este asunto.
Sin embargo, hasta en el mejor de los casos, la causa del sentimiento de error o fracaso es artificial e una causa inducida por la civilización.
La cultura dominante exige que el enamoramiento se mantenga igual y la civilización exige rendimiento productivo y perfección social de parte de cada uno de los dos.
Se ignora sistemáticamente que el desarrollo de la ilusión inicial de la pareja siempre terminará en desilusión; y ésta en separación cuando no hay suficiente amor para soportarla y carácter para transformarla.
Pensándolo bien... Y las fuerzas de ahí afuera que acaban con la pareja de aquí adentro son… las que veremos en Vida cotidiana, mañana sábado por Stereo Uno a la una.
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Separación de Pareja1 - 29-ENE11
Este fenómeno humano generalmente indeseable, incómodo y nunca placentero de las relaciones afectivas humanas se da en todos los niveles.
Además de la historia sucinta de las separaciones forzosas a las que se somete un niño en su desarrollo psicosexual que vimos rápidamente ayer y hace un momento, lo que deja por verse una infinidad de temas asociados, que el tiempo de radio y su amable escucha no nos permite, hay un aspecto de la separación que aquí resulta especialmente interesante por los efectos en los individuos que la experimentan.
Para decirlo de una vez: toda separación es una catástrofe es una pérdida interna, sea reconocida o no.
Y decimos “toda separación” y no sólo las separaciones afectivas porque las cosas y las demás relaciones sociales también tienen un componente con un quantum de afecto sea conciente o no, que mostrará síntomas de la catástrofe del yo ante la separación.
Los recursos que hacen aparecer a la separación como inexistentes son eso: recursos. Son tan válidos como cualquier remedio casero que disminuya el dolor y cumplen su función. Pero impiden la realización del duelo y entonces el duelo encontrará otros caminos para manifestarse, desde la depresión sin explicación visible, hasta las actuaciones eufóricas artificiales en presencia de otros, que terminan en llanto al final del día, o al final de la semana, como hoy.
Bueno, con todo respeto, en toda investigación sobre cualquier cosa, si queremos saber por qué, tenemos que saber primero que el por qué encuentra cajones que tienen contenidos no muy agradables pero que si no los abrimos nunca lo sabremos.
La separación siempre está ahí, como la muerte.
Y uno se comporta en respuesta a la separación y la muerte reaccionando a ella con nuestra manera personal, con todo el “así soy yo” con el que crecimos desde que teníamos 5 años.
La muerte es el caso extremo, irreversible y no negociable de la separación. La cultura popular y las instituciones sociales la reconocen como la catástrofe emocional que es y tiene recursos para ayudar a realizar el duelo. Especialmente las instituciones religiosas que tienen en la vida después de la muerte el principal artículo de fe.
Pero la separación de la pareja humana en vida, no solo no tiene más recursos, sino que es vista como un fracaso y no como una eventualidad que NO siempre es evitable; a la muerte nunca se le ve culturalmente como un fracaso del occiso.
Esto, a pesar de que las separaciones de todo tipo han estado ahí a lo largo del desarrollo de toda la vida.
Tal vez sea hora de empezar a ver a la separación de los que se aman como un caso particular más de las separaciones que vivimos como si fuesen ensayos de la separación final que es la muerte.
Tenemos derecho a sufrir por ello, a permitirnos pasar el duelo y luego tenemos derecho a recuperar al yo que se siente totalmente abatido y sin ganas de volver a amar nunca en la vida y reconstruir la ciudad del corazón destruida por el bombardeo total de la pérdida.
Rezarle su novenario al muertito, pasar sí por el período de luto necesario, pero luego salir al mundo y caminar el resto de la propia vida con las propias relaciones que siempre quedan ahí y con las nuevas que aparezcan.
Que no queremos la separación es tan natural como no querer la muerte. Pero a pesar del desgarre, tenemos qué asumir tan desagradable realidad cuando ya no hay más remedio.
Si nos parece qué hay demasiadas separaciones es lo mismo que nos parezca que hay muchas muertes, tendremos que hacer trabajo social y político; pero cuidado con tratar de hacerlo en el seno de su hogar o en sus relaciones intimas.
Los asuntos del amor, del afecto y del apego no son políticamente negociables. No se manejan como si fueran una empresa, ni como si fueran un municipio o nación; ello precipitaría la separación en lugar de evitarla.
Es más bien la conciencia de que la separación siempre está ahí, en la Vida Cotidiana, y no sólo en nuestra pareja, sino también en nosotros mismos; y ése es el cajón que no queremos abrir para saberlo.
http://jperezrobles.wordpress.com; VC110129SepPareja1.docx ;19:02;3451Car.
Además de la historia sucinta de las separaciones forzosas a las que se somete un niño en su desarrollo psicosexual que vimos rápidamente ayer y hace un momento, lo que deja por verse una infinidad de temas asociados, que el tiempo de radio y su amable escucha no nos permite, hay un aspecto de la separación que aquí resulta especialmente interesante por los efectos en los individuos que la experimentan.
Para decirlo de una vez: toda separación es una catástrofe es una pérdida interna, sea reconocida o no.
Y decimos “toda separación” y no sólo las separaciones afectivas porque las cosas y las demás relaciones sociales también tienen un componente con un quantum de afecto sea conciente o no, que mostrará síntomas de la catástrofe del yo ante la separación.
Los recursos que hacen aparecer a la separación como inexistentes son eso: recursos. Son tan válidos como cualquier remedio casero que disminuya el dolor y cumplen su función. Pero impiden la realización del duelo y entonces el duelo encontrará otros caminos para manifestarse, desde la depresión sin explicación visible, hasta las actuaciones eufóricas artificiales en presencia de otros, que terminan en llanto al final del día, o al final de la semana, como hoy.
Bueno, con todo respeto, en toda investigación sobre cualquier cosa, si queremos saber por qué, tenemos que saber primero que el por qué encuentra cajones que tienen contenidos no muy agradables pero que si no los abrimos nunca lo sabremos.
La separación siempre está ahí, como la muerte.
Y uno se comporta en respuesta a la separación y la muerte reaccionando a ella con nuestra manera personal, con todo el “así soy yo” con el que crecimos desde que teníamos 5 años.
La muerte es el caso extremo, irreversible y no negociable de la separación. La cultura popular y las instituciones sociales la reconocen como la catástrofe emocional que es y tiene recursos para ayudar a realizar el duelo. Especialmente las instituciones religiosas que tienen en la vida después de la muerte el principal artículo de fe.
Pero la separación de la pareja humana en vida, no solo no tiene más recursos, sino que es vista como un fracaso y no como una eventualidad que NO siempre es evitable; a la muerte nunca se le ve culturalmente como un fracaso del occiso.
Esto, a pesar de que las separaciones de todo tipo han estado ahí a lo largo del desarrollo de toda la vida.
Tal vez sea hora de empezar a ver a la separación de los que se aman como un caso particular más de las separaciones que vivimos como si fuesen ensayos de la separación final que es la muerte.
Tenemos derecho a sufrir por ello, a permitirnos pasar el duelo y luego tenemos derecho a recuperar al yo que se siente totalmente abatido y sin ganas de volver a amar nunca en la vida y reconstruir la ciudad del corazón destruida por el bombardeo total de la pérdida.
Rezarle su novenario al muertito, pasar sí por el período de luto necesario, pero luego salir al mundo y caminar el resto de la propia vida con las propias relaciones que siempre quedan ahí y con las nuevas que aparezcan.
Que no queremos la separación es tan natural como no querer la muerte. Pero a pesar del desgarre, tenemos qué asumir tan desagradable realidad cuando ya no hay más remedio.
Si nos parece qué hay demasiadas separaciones es lo mismo que nos parezca que hay muchas muertes, tendremos que hacer trabajo social y político; pero cuidado con tratar de hacerlo en el seno de su hogar o en sus relaciones intimas.
Los asuntos del amor, del afecto y del apego no son políticamente negociables. No se manejan como si fueran una empresa, ni como si fueran un municipio o nación; ello precipitaría la separación en lugar de evitarla.
Es más bien la conciencia de que la separación siempre está ahí, en la Vida Cotidiana, y no sólo en nuestra pareja, sino también en nosotros mismos; y ése es el cajón que no queremos abrir para saberlo.
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Separación de Pareja2 - 29-ENE-10
La pareja humana es la expresión más compleja y elaborada de la vida en contra de la muerte, representa a la unión contra la separación.
La vida, sin embargo no siempre se preservó mediante la unión; de hecho la primera forma de vida se multiplicó mediante la bipartición de los protozoarios, que literalmente se reproducen creando clones naturales, conservando así la vida de la especie: aunque una de las dos partes eventualmente muriera, la otra continúa reproduciéndose.
La vida evolucionó a pesar de todo hacia la primera separación de las especies vivas multicelulares en dos géneros, el masculino y el femenino y la reproducción de la vida se realizó a partir de ahí con la unión de esos géneros en parejas.
Los apareamientos de las especies pasan por rituales infinitamente variados, desde los efímeros apareamientos de los insectos inmediatamente antes de morir, los apareamientos masivos de algunas especies marinas como el calamar, los procesos de construcción del nido de los pájaros machos bajo la rígida supervisión de la hembra o los tranquilos y lánguidos apareamientos de los leones que es la marca registrada de los canales de la tele dedicados a la vida animal en la naturaleza.
En el caso de la especie humana, todos los rituales forman parte de los símbolos que se crean en su mente, con los que más adelante dará nombre y formará la razón de ser de las cosas.
La sexualidad se vive como la civilización del instinto mediante la represión y la sujeción a las reglas dominantes; su incumplimiento es el pecado y la paga del pecado es la muerte. Es muy simple.
La sensación de privación de la satisfacción, o sea, la represión del deseo sexual se le llama amor y a partir de ahí empieza el ritual de formación de pareja.
La forma de selección se reduce a un código secreto (inconsciente) que obliga a los sujetos a verse sumidos el uno en el otro en un profundo enamoramiento tal que no se puede dejar de pensar en algo misterioso y mágico que el otro debe tener para enloquecerme de esta manera tan mágica, tan prometedora y tan falsa.
La idea de felicidad se hermana con la idea de sufrir para merecer en la renuncia total de sí mismo para cumplir el deseo del otro, siempre y cuando sea su deseo por mí.
El ritual amoroso humano cierra así el círculo de la ilusión.
El amor se asienta en el enamoramiento, que es una de las pocas locuras ‘socialmente correctas’; y promete las perlas de la virgen, como político en campaña, como los colores de las flores a la abeja o al colibrí, siempre y cuando se logre el apareamiento con la reglas de la ley de Dios y de los hombres.
Hasta aquí todo está perfecto.
¿Y así es como vivirán felices por el resto de sus vidas?
La promesa de felicidad eterna es la más eficaz de todas; todavía funciona hasta en las mejores familias, hasta en personas sumamente inteligentes, hasta en los casos menos imaginables la idea de ser feliz de aquí en adelante es una idea tan infantil como eficaz.
Es como la adicción al juego de azar, a la apuesta, a la fama en la tele o el cine, a la riqueza en la Bolsa de Valores, a ser millonario rápido en los negocios, la política o el narco; ser adicto a Las Vegas, al American Dream...
La ‘felicidad’ es la palabra mágica que oculta el deseo primitivo, el deseo del bebé o la bebita antes de todos los años de vida, el deseo del hombre y la mujer salvajes desde las cavernas, antes de todos los siglos de su aparición sobre la tierra.
Llevado al extremo, es el mismo deseo, la misma pulsión, del protozoario y de todas las especies anteriores al ser humano: alejarse del dolor y buscar el placer como clave inicial para la conservación de la vida, un placer que apunta hacia la reproducción, claro, y por tanto a la conservación de la especie; a la preservación de la vida en el planeta.
¿Para qué?: Nadie lo sabe a ciencia cierta; algunos creen saberlo por su profesión de fe; todos lo saben sin duda alguna cuando están enamorados y lo olvidan inmediatamente que dejan de estarlo.
Ey, detengámonos un momento. ¿De qué estamos hablando aquí?
Aclaremos de una vez las cosas: no estamos hablando en contra del amor; ni siquiera estamos hablando en contra del enamoramiento; vamos, ni contra el placer asociado, con perdón de la tía Gertrudis.
Simplemente y desde cualquier perspectiva: sin el amor, la vida carece de sentido. Sin al menos alguna de las múltiples expresiones del amor el sujeto muere. Primero muere por dentro y no se da cuenta, cree que los que mueren son los demás; luego muere también por fuera cuando somatiza o se enferma crónicamente, y luego muere para siempre sin saber por qué.
Bueno, para ser francos, TODOS morimos sin saber por qué; pero alguna vez algunos pueden pensar que vivieron la vida y tomaron de ella suficientes trozos de placer y bienestar o (bueno, bueno) lo que sea que se crea que es la felicidad, como para llegar al final entendiendo, aunque no justificando que nos toque a nosotros mismos ser ahora los visitados, y no los visitantes, en el panteón.
Pero aunque los antecedentes históricos sean inevitables para poder explicarnos la separación de las parejas, lo que nos trae aquí es asomarnos a algunos elementos externos concretos que contribuyen a la separación de las parejas aquí y ahora.
Más allá de las creencias populares sobre la infidelidad, el más importante y omnipresente de todos los factores externos que amenaza la unión de su pareja, es el principio de rendimiento o eficacia. (O sea, tanto produces, tanto vales).
La sociedad le pide a usted y a su pareja que sean buenos, no sólo en los mares de la ética, sino que sean buenos amantes, sea lo que sea eso, porque al final de todo (o en medio de todo) la sociedad se encarga de desinformar a los sujetos y evitar una concepción real de lo que es ser un buen o una buena amante.
Y cuando los aparatos ideológicos de la sociedad lo hacen, lo plantean en términos de mercado de consumo; o sea, en términos de la vida cotidiana, las ‘recomendaciones’ son a nivel de comercial de la tele o de programas matutinos como éste, donde el auditorio sale corriendo porque, a pesar de que los comunicadores somos tan inteligentes y tan guapos, la neta es que somos bastante aburridos: “Vieja, ¿a qué horas es el futbol?”.
Así que aquí no le haremos ‘recomendaciones’ sobre las mejores contorsiones del Kama Sutra, los aparatos tecnológicos de gimnasia casera, las cremas más milagrosas, la faja más ‘increíble que sea una faja’, el botox, la cirugía estética, el shampú de la estrellita de moda, el estómago de lavadero de su metrosexual favorito, cuál carro comprar este año que ‘van a estar más baratos’ según el vendedor que no puede ocultar su molestia cuando se habla de la crisis... en fin.
“Ser mejor pareja”, sin embargo, insiste en estar ahí también desde las recomendaciones de la tía o el tío sabios, de la abuela o la amiga /experimentada/ o cuya función, lo sepan o no lo sepan, es lograr que la pareja de usted, o bueno, que llegue más allá de la luna de miel, que no truene al menos en unos 4 años, o lo que en su sociedad particular sea considerado el límite inferior del ‘fracaso social’.
El miedo al ‘fracaso’ es uno de las aparatos coercitivos (uno de los chantajes culturales) que mejor funciona en los grupos humanos. El ‘fracaso’ en el matrimonio es tan grave como el fracaso en la empresa. Y así como el miedo al fracaso empresarial podría estar en el fondo de las razones para el comercio informal, el miedo al ‘fracaso’ matrimonial está detrás de la unión ‘libre’ disfrazada de rebelión cultural contra ‘la sujeción al un papelito matrimonial’.
La ilusión aquí, por supuesto, es creer que la unión ‘libre’ es libre.
La pareja que contemplamos aquí es de todo tipo, sean los que vivan casados o los que vivan en Amasiato, Ahome, Sinaloa; la pareja de los amantes, entendidos como aquellos que se aman entre sí.
Toda pareja sufre de la misma amenaza de separación, además de las internas que no son pocas, que atacan a la pareja desde afuera, desde la sociedad en la que viven.
La infidelidad en primer término por supuesto, pero cuidado con pensar que es la única causa, porque la monogamia a indestructible pie juntillas puede convertirse en un infierno igual o peor que el temido infierno de los cuernos.
Desde los tiempos de las abuelas, el que los hombres se quedaran en la casa era un problema en sí porque estorbaban hasta para hacer el negocio (el aseo). Mejor que se fueran con sus amigotes, (a riesgo de la posibilidad de que se fuera con las amigotas).
Vivir bajo el mismo techo es de por sí complicado, y más complicado se hace cuando los espacios de las casas habitación se reducen tanto, por la exigencia económica y la construcción ‘de interés social’, que hace desaparecer la privacidad; y poder disponer de un territorio privado para el cuerpo y el alma en soledad es tan necesario para el bienestar humano como relacionarse.
Tener qué laborar ambos porque el salario de uno no alcanza, es otra exigencia externa que se agrega a la dificultad de soporte al otro en la vida cotidiana de la pareja. Cuando la economía entra por la puerta a discutir quién aporta más a la casa, el amor sale por la ventana huyendo de la catástrofe; y la separación de los que quedan se asoma bajo la cama.
La proliferación de hijos accidentales, o no deseados, por fallas en el control de la natalidad, o por las causas que sean, es otro factor que parece interno pero se vuelve externo, dado que la sociedad exige hoy en día tener uno o dos hijos como máximo, para que la pareja no deje de producir en sus trabajos. Ya sabe usted: más hijos no se pueden mantener con los sueldos como están ahorita en el mercado de trabajo.
El aferrarse a una clase social, imaginaria o real, mediante un ritmo de gastos exigidos por la sociedad y por la tele, puede meter en problemas financieros a uno, al otro, o a ambos; y la quiebra coincidente es doble: afectiva y en efectivo. Y bajar de clase social es una vergüenza moral; o sea, la economía insuficiente es una catástrofe familiar que los miembros sufren como individual.
Las características en última instancia de las fuerzas externas de la separación, están en la economía. Así de frío como lo oye.
Pero antes de que eso suceda, están en el embeleso, está en la misma ilusión del enamoramiento que impone metas imposibles de alcanzar a los individuos de la pareja y los obliga a pensar que uno de ellos es el que falla: la mayor de las veces se piensa que es el otro, por el antiguo mecanismo de defensa de la proyección; pero no pocas veces, los sujetos viven en la culpa total, creyendo que son ellos mismos la causa de todo mal lo cual se deriva de su fracaso personal en la vida.
Esta especie de narcisismo a la inversa, (yo tengo la culpa de todo, como si yo tuviera el poder de destruirlo todo) sirve para no ver claramente los componentes externos de la separación que acompañan desde el principio a la formación de pareja, tan atribulada y desprestigiada en los últimos tiempos.
Finalmente, así como el amor es la única fuerza que se tiene para combatir la capacidad destructiva de la desilusión que sigue a la ilusión del enamoramiento, el mismo amor es lo que mantendrá unida a la pareja a pesar de la desilusión.
No es sólo un buen deseo, es una realidad; no es sólo ser buen marido, buena esposa o buena pareja, es una necesidad vital para la conservación de la pareja: el amor que aprende a tolerar al otro es el peor enemigo de la destructividad y la separatidad implícitas en la pareja humana.
Si esa fuerza amorosa no logra estar ahí, la naturaleza es muy sabia: la separación sobrevendrá, los miembros de la pareja llorarán cada uno su duelo por separado y al fin de cuentas serán liberados del peso insoportable que significaba aferrarse a un proyecto que estaba desde el inicio destinado al fracaso.
http://jperezrobles.wordpress.com; VC110129SepPareja2.docx ;18:53;9799Car.
La vida, sin embargo no siempre se preservó mediante la unión; de hecho la primera forma de vida se multiplicó mediante la bipartición de los protozoarios, que literalmente se reproducen creando clones naturales, conservando así la vida de la especie: aunque una de las dos partes eventualmente muriera, la otra continúa reproduciéndose.
La vida evolucionó a pesar de todo hacia la primera separación de las especies vivas multicelulares en dos géneros, el masculino y el femenino y la reproducción de la vida se realizó a partir de ahí con la unión de esos géneros en parejas.
Los apareamientos de las especies pasan por rituales infinitamente variados, desde los efímeros apareamientos de los insectos inmediatamente antes de morir, los apareamientos masivos de algunas especies marinas como el calamar, los procesos de construcción del nido de los pájaros machos bajo la rígida supervisión de la hembra o los tranquilos y lánguidos apareamientos de los leones que es la marca registrada de los canales de la tele dedicados a la vida animal en la naturaleza.
En el caso de la especie humana, todos los rituales forman parte de los símbolos que se crean en su mente, con los que más adelante dará nombre y formará la razón de ser de las cosas.
La sexualidad se vive como la civilización del instinto mediante la represión y la sujeción a las reglas dominantes; su incumplimiento es el pecado y la paga del pecado es la muerte. Es muy simple.
La sensación de privación de la satisfacción, o sea, la represión del deseo sexual se le llama amor y a partir de ahí empieza el ritual de formación de pareja.
La forma de selección se reduce a un código secreto (inconsciente) que obliga a los sujetos a verse sumidos el uno en el otro en un profundo enamoramiento tal que no se puede dejar de pensar en algo misterioso y mágico que el otro debe tener para enloquecerme de esta manera tan mágica, tan prometedora y tan falsa.
La idea de felicidad se hermana con la idea de sufrir para merecer en la renuncia total de sí mismo para cumplir el deseo del otro, siempre y cuando sea su deseo por mí.
El ritual amoroso humano cierra así el círculo de la ilusión.
El amor se asienta en el enamoramiento, que es una de las pocas locuras ‘socialmente correctas’; y promete las perlas de la virgen, como político en campaña, como los colores de las flores a la abeja o al colibrí, siempre y cuando se logre el apareamiento con la reglas de la ley de Dios y de los hombres.
Hasta aquí todo está perfecto.
¿Y así es como vivirán felices por el resto de sus vidas?
La promesa de felicidad eterna es la más eficaz de todas; todavía funciona hasta en las mejores familias, hasta en personas sumamente inteligentes, hasta en los casos menos imaginables la idea de ser feliz de aquí en adelante es una idea tan infantil como eficaz.
Es como la adicción al juego de azar, a la apuesta, a la fama en la tele o el cine, a la riqueza en la Bolsa de Valores, a ser millonario rápido en los negocios, la política o el narco; ser adicto a Las Vegas, al American Dream...
La ‘felicidad’ es la palabra mágica que oculta el deseo primitivo, el deseo del bebé o la bebita antes de todos los años de vida, el deseo del hombre y la mujer salvajes desde las cavernas, antes de todos los siglos de su aparición sobre la tierra.
Llevado al extremo, es el mismo deseo, la misma pulsión, del protozoario y de todas las especies anteriores al ser humano: alejarse del dolor y buscar el placer como clave inicial para la conservación de la vida, un placer que apunta hacia la reproducción, claro, y por tanto a la conservación de la especie; a la preservación de la vida en el planeta.
¿Para qué?: Nadie lo sabe a ciencia cierta; algunos creen saberlo por su profesión de fe; todos lo saben sin duda alguna cuando están enamorados y lo olvidan inmediatamente que dejan de estarlo.
Ey, detengámonos un momento. ¿De qué estamos hablando aquí?
Aclaremos de una vez las cosas: no estamos hablando en contra del amor; ni siquiera estamos hablando en contra del enamoramiento; vamos, ni contra el placer asociado, con perdón de la tía Gertrudis.
Simplemente y desde cualquier perspectiva: sin el amor, la vida carece de sentido. Sin al menos alguna de las múltiples expresiones del amor el sujeto muere. Primero muere por dentro y no se da cuenta, cree que los que mueren son los demás; luego muere también por fuera cuando somatiza o se enferma crónicamente, y luego muere para siempre sin saber por qué.
Bueno, para ser francos, TODOS morimos sin saber por qué; pero alguna vez algunos pueden pensar que vivieron la vida y tomaron de ella suficientes trozos de placer y bienestar o (bueno, bueno) lo que sea que se crea que es la felicidad, como para llegar al final entendiendo, aunque no justificando que nos toque a nosotros mismos ser ahora los visitados, y no los visitantes, en el panteón.
Pero aunque los antecedentes históricos sean inevitables para poder explicarnos la separación de las parejas, lo que nos trae aquí es asomarnos a algunos elementos externos concretos que contribuyen a la separación de las parejas aquí y ahora.
Más allá de las creencias populares sobre la infidelidad, el más importante y omnipresente de todos los factores externos que amenaza la unión de su pareja, es el principio de rendimiento o eficacia. (O sea, tanto produces, tanto vales).
La sociedad le pide a usted y a su pareja que sean buenos, no sólo en los mares de la ética, sino que sean buenos amantes, sea lo que sea eso, porque al final de todo (o en medio de todo) la sociedad se encarga de desinformar a los sujetos y evitar una concepción real de lo que es ser un buen o una buena amante.
Y cuando los aparatos ideológicos de la sociedad lo hacen, lo plantean en términos de mercado de consumo; o sea, en términos de la vida cotidiana, las ‘recomendaciones’ son a nivel de comercial de la tele o de programas matutinos como éste, donde el auditorio sale corriendo porque, a pesar de que los comunicadores somos tan inteligentes y tan guapos, la neta es que somos bastante aburridos: “Vieja, ¿a qué horas es el futbol?”.
Así que aquí no le haremos ‘recomendaciones’ sobre las mejores contorsiones del Kama Sutra, los aparatos tecnológicos de gimnasia casera, las cremas más milagrosas, la faja más ‘increíble que sea una faja’, el botox, la cirugía estética, el shampú de la estrellita de moda, el estómago de lavadero de su metrosexual favorito, cuál carro comprar este año que ‘van a estar más baratos’ según el vendedor que no puede ocultar su molestia cuando se habla de la crisis... en fin.
“Ser mejor pareja”, sin embargo, insiste en estar ahí también desde las recomendaciones de la tía o el tío sabios, de la abuela o la amiga /experimentada/ o cuya función, lo sepan o no lo sepan, es lograr que la pareja de usted, o bueno, que llegue más allá de la luna de miel, que no truene al menos en unos 4 años, o lo que en su sociedad particular sea considerado el límite inferior del ‘fracaso social’.
El miedo al ‘fracaso’ es uno de las aparatos coercitivos (uno de los chantajes culturales) que mejor funciona en los grupos humanos. El ‘fracaso’ en el matrimonio es tan grave como el fracaso en la empresa. Y así como el miedo al fracaso empresarial podría estar en el fondo de las razones para el comercio informal, el miedo al ‘fracaso’ matrimonial está detrás de la unión ‘libre’ disfrazada de rebelión cultural contra ‘la sujeción al un papelito matrimonial’.
La ilusión aquí, por supuesto, es creer que la unión ‘libre’ es libre.
La pareja que contemplamos aquí es de todo tipo, sean los que vivan casados o los que vivan en Amasiato, Ahome, Sinaloa; la pareja de los amantes, entendidos como aquellos que se aman entre sí.
Toda pareja sufre de la misma amenaza de separación, además de las internas que no son pocas, que atacan a la pareja desde afuera, desde la sociedad en la que viven.
La infidelidad en primer término por supuesto, pero cuidado con pensar que es la única causa, porque la monogamia a indestructible pie juntillas puede convertirse en un infierno igual o peor que el temido infierno de los cuernos.
Desde los tiempos de las abuelas, el que los hombres se quedaran en la casa era un problema en sí porque estorbaban hasta para hacer el negocio (el aseo). Mejor que se fueran con sus amigotes, (a riesgo de la posibilidad de que se fuera con las amigotas).
Vivir bajo el mismo techo es de por sí complicado, y más complicado se hace cuando los espacios de las casas habitación se reducen tanto, por la exigencia económica y la construcción ‘de interés social’, que hace desaparecer la privacidad; y poder disponer de un territorio privado para el cuerpo y el alma en soledad es tan necesario para el bienestar humano como relacionarse.
Tener qué laborar ambos porque el salario de uno no alcanza, es otra exigencia externa que se agrega a la dificultad de soporte al otro en la vida cotidiana de la pareja. Cuando la economía entra por la puerta a discutir quién aporta más a la casa, el amor sale por la ventana huyendo de la catástrofe; y la separación de los que quedan se asoma bajo la cama.
La proliferación de hijos accidentales, o no deseados, por fallas en el control de la natalidad, o por las causas que sean, es otro factor que parece interno pero se vuelve externo, dado que la sociedad exige hoy en día tener uno o dos hijos como máximo, para que la pareja no deje de producir en sus trabajos. Ya sabe usted: más hijos no se pueden mantener con los sueldos como están ahorita en el mercado de trabajo.
El aferrarse a una clase social, imaginaria o real, mediante un ritmo de gastos exigidos por la sociedad y por la tele, puede meter en problemas financieros a uno, al otro, o a ambos; y la quiebra coincidente es doble: afectiva y en efectivo. Y bajar de clase social es una vergüenza moral; o sea, la economía insuficiente es una catástrofe familiar que los miembros sufren como individual.
Las características en última instancia de las fuerzas externas de la separación, están en la economía. Así de frío como lo oye.
Pero antes de que eso suceda, están en el embeleso, está en la misma ilusión del enamoramiento que impone metas imposibles de alcanzar a los individuos de la pareja y los obliga a pensar que uno de ellos es el que falla: la mayor de las veces se piensa que es el otro, por el antiguo mecanismo de defensa de la proyección; pero no pocas veces, los sujetos viven en la culpa total, creyendo que son ellos mismos la causa de todo mal lo cual se deriva de su fracaso personal en la vida.
Esta especie de narcisismo a la inversa, (yo tengo la culpa de todo, como si yo tuviera el poder de destruirlo todo) sirve para no ver claramente los componentes externos de la separación que acompañan desde el principio a la formación de pareja, tan atribulada y desprestigiada en los últimos tiempos.
Finalmente, así como el amor es la única fuerza que se tiene para combatir la capacidad destructiva de la desilusión que sigue a la ilusión del enamoramiento, el mismo amor es lo que mantendrá unida a la pareja a pesar de la desilusión.
No es sólo un buen deseo, es una realidad; no es sólo ser buen marido, buena esposa o buena pareja, es una necesidad vital para la conservación de la pareja: el amor que aprende a tolerar al otro es el peor enemigo de la destructividad y la separatidad implícitas en la pareja humana.
Si esa fuerza amorosa no logra estar ahí, la naturaleza es muy sabia: la separación sobrevendrá, los miembros de la pareja llorarán cada uno su duelo por separado y al fin de cuentas serán liberados del peso insoportable que significaba aferrarse a un proyecto que estaba desde el inicio destinado al fracaso.
http://jperezrobles.wordpress.com; VC110129SepPareja2.docx ;18:53;9799Car.
viernes, 14 de enero de 2011
El Enemigo - 14ENE11
Por siglos el ser humano aprendió a conocerlo; el enemigo era fácil de identificar, era el que destruía, saboteaba, impedía la navegación, asaltaba caravanas, secuestraba y mataba a las poblaciones más vulnerables; hablaba otro idioma, creía en otros dioses. El enemigo era diferente a nosotros: era otro, extraño, extranjero.
Con el tiempo y la globalización, el enemigo se convirtió en una clase social y las revoluciones sociales parieron nuevas maneras de entender la vida comunitaria; la aristocracia por la sangre o por la gracia de Dios fue expulsada del poder. Las dictaduras extremas proliferaron a derecha e izquierda, hasta que las guerras impusieron el orden de las naciones unidas y la distribución de la riqueza.
El enemigo por un momento se hizo difuso; pero en el siguiente instante apareció de nuevo el fanatismo, el derecho de piso y las nuevas formas de migración.
Las crisis económicas hicieron presa permanente de dos tercios de la humanidad sumiéndola en la pobreza y el hambre; mientras el otro tercio se batía entre el desempleo y la guerra; una guerra que dejó de ser negocio: ahora la guerra es más miseria, más odio y más enemigos.
Los seres humanos ya no ven claro al enemigo y tal ceguera en más de una ocasión hace ver a los amigos como enemigos, a los aliados como traidores, a los vecinos como amenaza; y los viejos mecanismos de discriminación, ultranacionalismo y xenofobia se adueñan de las naciones más ricas y florece la delincuencia organizada como negocio.
En estas condiciones, los estados antes garantes de la seguridad sufren de impotencia y de la misma ceguera que el resto de las poblaciones propias y extrañas. Las teorías se vuelven pobres o inútiles. La ignorancia descarada reina en las instituciones intelectuales, religiosas, empresariales y políticas; el deterioro de la cultura, la ciencia y el desarrollo es generalizado. El futuro es oscuro para la generación que sigue.
El enemigo más escandaloso y visible es el narco, pero detrás de las balas de los sicarios están los vendedores de armas, los políticos y empresarios que viven de la prohibición y la desregulación del consumo de las drogas, el tráfico de humanos entre los países pobres productores y los ricos que financian y venden a los consumidores; y otros enemigos más poderosos y más ocultos entre la corrupción que propician.
El enemigo termina siendo el sujeto individual, que no ve enemigo claro ahí afuera y cuya impotencia lo hace fallar una y otra vez, moverse demasiado rápido o demasiado lento para sobrevivir en una sociedad demasiado enferma. Y el sujeto, hombre o mujer, menor o adulto, funciona contra sí mismo sin desearlo. El individuo pierde la apuesta y termina sintiéndose el enemigo de sí mismo.
Pensándolo bien... O sea, Mi peor enemigo soy YO.
http://jperezrobles.wordpress.com/blog; PB110114MiEnemigo.docx; 11:48; 2435Car.
Con el tiempo y la globalización, el enemigo se convirtió en una clase social y las revoluciones sociales parieron nuevas maneras de entender la vida comunitaria; la aristocracia por la sangre o por la gracia de Dios fue expulsada del poder. Las dictaduras extremas proliferaron a derecha e izquierda, hasta que las guerras impusieron el orden de las naciones unidas y la distribución de la riqueza.
El enemigo por un momento se hizo difuso; pero en el siguiente instante apareció de nuevo el fanatismo, el derecho de piso y las nuevas formas de migración.
Las crisis económicas hicieron presa permanente de dos tercios de la humanidad sumiéndola en la pobreza y el hambre; mientras el otro tercio se batía entre el desempleo y la guerra; una guerra que dejó de ser negocio: ahora la guerra es más miseria, más odio y más enemigos.
Los seres humanos ya no ven claro al enemigo y tal ceguera en más de una ocasión hace ver a los amigos como enemigos, a los aliados como traidores, a los vecinos como amenaza; y los viejos mecanismos de discriminación, ultranacionalismo y xenofobia se adueñan de las naciones más ricas y florece la delincuencia organizada como negocio.
En estas condiciones, los estados antes garantes de la seguridad sufren de impotencia y de la misma ceguera que el resto de las poblaciones propias y extrañas. Las teorías se vuelven pobres o inútiles. La ignorancia descarada reina en las instituciones intelectuales, religiosas, empresariales y políticas; el deterioro de la cultura, la ciencia y el desarrollo es generalizado. El futuro es oscuro para la generación que sigue.
El enemigo más escandaloso y visible es el narco, pero detrás de las balas de los sicarios están los vendedores de armas, los políticos y empresarios que viven de la prohibición y la desregulación del consumo de las drogas, el tráfico de humanos entre los países pobres productores y los ricos que financian y venden a los consumidores; y otros enemigos más poderosos y más ocultos entre la corrupción que propician.
El enemigo termina siendo el sujeto individual, que no ve enemigo claro ahí afuera y cuya impotencia lo hace fallar una y otra vez, moverse demasiado rápido o demasiado lento para sobrevivir en una sociedad demasiado enferma. Y el sujeto, hombre o mujer, menor o adulto, funciona contra sí mismo sin desearlo. El individuo pierde la apuesta y termina sintiéndose el enemigo de sí mismo.
Pensándolo bien... O sea, Mi peor enemigo soy YO.
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sábado, 1 de enero de 2011
Nostalgia - 10DIC28
"Nostalgia", del latín 'solitas', 'soledad', es un vocablo incorporado al español, empleado en portugués y también en gallego, que describe un profundo sentimiento de melancolía producto del recuerdo de una alegría hoy ausente, y que se emplea para expresar una mezcla de sentimientos de amor, pérdida, distancia, soledad, vacío y necesidad.
'Saudade' es la sensación que permanece cuando aquello que una vez se tuvo, material o inmaterial, que en su momento permitía disfrutar alegría y euforia se ha perdido y se extraña y el hecho de recordarlo, tenerlo de nuevo o pensarlo, produce una sensación de volver a la vida.
El término, de extensa y ambigua definición, ha sido considerado uno de los más difíciles de traducir, y es uno de los conceptos clave de la lengua y de la cultura en Portugal y Brasil. [Wikipedia, 2010-12-28]
Por lo tanto nostalgia, echar de menos, extrañar, añorar, hacer falta, de entrada no bastarán nunca.
En EU han sufrido de lo mismo con el llamado ‘blues’ y sus orígenes por la misma polisemia y es la base de todo jazz.
En México tenemos un vocablo algo prohibido todavía, que empieza con “Chin…” y para usted con eso basta. Octavio Paz y Carlos Fuentes intentaron articular cada uno, en sendos recuentos de sus declinaciones, que en su tiempo espantaron a varias señoras burguesas decentes (valga la redundancia), lo que en sí mismo constituyó una "nostalgia" hecha de un viejo “blues” cantando “saudades” a la "chin...".
En los tres casos: la “saudade” en portugués, el “blues” en inglés y la “chin…” en español, el común denominador es el retorno del pasado olvidado a la consciencia actual, el dolor por la pérdida de lo primitivo y el placer de la creación artística que lo sublima.
También en los tres casos navega el canto de grupos humanos que pasaron por la opresión: la “saudade” brota de la conquista árabe en Portugal, seguida por la conquista y la esclavitud negra en Brasil; el “blues” nace de la esclavitud negra en EU, y la “chin...” pinta los murales de la brutal conquista Española, la exterminación y la esclavitud indígena en México.
Sobre la nostalgia hay ensayos de Peter de Vries (1910-1993), irónico autor norteamericano del siglo 20.
Pensándolo bien... A Peter deVries se le atribuye la frase que lo dice todo sobre este elusivo concepto: “La nostalgia, ya no es como antes”.
http://jperezrobles.wordpress.com; PB101228Nostalgia.docx ;12:54;2282Car
'Saudade' es la sensación que permanece cuando aquello que una vez se tuvo, material o inmaterial, que en su momento permitía disfrutar alegría y euforia se ha perdido y se extraña y el hecho de recordarlo, tenerlo de nuevo o pensarlo, produce una sensación de volver a la vida.
El término, de extensa y ambigua definición, ha sido considerado uno de los más difíciles de traducir, y es uno de los conceptos clave de la lengua y de la cultura en Portugal y Brasil. [Wikipedia, 2010-12-28]
Por lo tanto nostalgia, echar de menos, extrañar, añorar, hacer falta, de entrada no bastarán nunca.
En EU han sufrido de lo mismo con el llamado ‘blues’ y sus orígenes por la misma polisemia y es la base de todo jazz.
En México tenemos un vocablo algo prohibido todavía, que empieza con “Chin…” y para usted con eso basta. Octavio Paz y Carlos Fuentes intentaron articular cada uno, en sendos recuentos de sus declinaciones, que en su tiempo espantaron a varias señoras burguesas decentes (valga la redundancia), lo que en sí mismo constituyó una "nostalgia" hecha de un viejo “blues” cantando “saudades” a la "chin...".
En los tres casos: la “saudade” en portugués, el “blues” en inglés y la “chin…” en español, el común denominador es el retorno del pasado olvidado a la consciencia actual, el dolor por la pérdida de lo primitivo y el placer de la creación artística que lo sublima.
También en los tres casos navega el canto de grupos humanos que pasaron por la opresión: la “saudade” brota de la conquista árabe en Portugal, seguida por la conquista y la esclavitud negra en Brasil; el “blues” nace de la esclavitud negra en EU, y la “chin...” pinta los murales de la brutal conquista Española, la exterminación y la esclavitud indígena en México.
Sobre la nostalgia hay ensayos de Peter de Vries (1910-1993), irónico autor norteamericano del siglo 20.
Pensándolo bien... A Peter deVries se le atribuye la frase que lo dice todo sobre este elusivo concepto: “La nostalgia, ya no es como antes”.
http://jperezrobles.wordpress.com; PB101228Nostalgia.docx ;12:54;2282Car
lunes, 20 de diciembre de 2010
Un Poder Ejecutivo Laico - 20DIC10
En este país usted tiene la libertad de profesar la religión que usted quiera en cualquier iglesia.
Si quiere ser Católico de la forma que quiera, Romano, Copto, Ortodoxo o Anglicano, lo puede ser con todo derecho; si quiere pertenece a una iglesia protestante como la Metodista, Congregacional, Bautista, Mormona, Adventista o la que aparezca esta semana, puede hacerlo libremente; si quiere ser judío, mahometano o budista, en cualquiera de sus denominaciones, pase usted, en este país no está prohibido.
Es más, si usted quiere declararse agnóstico o ateo, también puede hacerlo sin perder ninguno de sus derechos constitucionales.
Lo que usted no puede en este país es ser funcionario de elección popular, si es sacerdote, presbítero, pastor, predicador, cura o cualquier forma de representación religiosa, Al MISMO TIEMPO.
La enorme mayoría de mexicanos están contentos con ello, incluyendo la mayoría de católicos romanos. La cualidad laica del estado mexicano (igual que la del estadounidense, por si le mete angustia) nos ha resultado mucho mejor, que plegarnos todos a la iglesia mayoritaria.
Los mismos funcionaros católicos prefieren profesar su fe en lo privado, que ostentarla en público; especialmente si representan el Poder Ejecutivo.
Es tal vez el sentido común (¿o el espíritu de la ley?) lo que le indica al Ejecutivo el restringir su práctica religiosa cuando por fin se da cuenta que las cámaras de la tele registran cada santiguada que se da, con esa humildad farisaica de quienes sí saben rezar, precisamente cuando el Ejecutivo se persigna en el interior de una iglesia y en cadena nacional.
A partir de ahí no es solo un creyente más, sino un televangelista, un proselitista de su fe, de la misma categoría que los repartidores casa por casa de la Atalaya o las parejas de muchachos (en bicicleta, uno güerito y otro morenito con corbata negra) que traen la buena nueva, solo que hecho en la tele y en proyección nacional.
El presidente en México, aprende pronto lo que le indica su sentido común: no puede andar profesando su fe en público, como si no tuviera significado político ni consecuencias políticas peligrosas, al menos por lo que dure su gestión.
La proyección de la imagen del Ejecutivo mexicano no puede brincarse todas las trancas. La ‘reconquista del espíritu’ es una misión pastoral, santo y bueno; pero no puede convertirse en política de estado sin provocar la repetición de sangrientos fenómenos históricos hace mucho dejados atrás. [JPR, PB, 2000-12-21]
Pensándolo bien... El lenguaje (verbal o no-verbal) del Poder Ejecutivo mexicano debe ser un lenguaje laico, por encima de su ideología, su creencia, o la de sus socios y parientes; está acotado por la Constitución.
http://jperezrobles.wordpress.com/blog; PB101220Laico.docx; 11:16; 2398Car.
Si quiere ser Católico de la forma que quiera, Romano, Copto, Ortodoxo o Anglicano, lo puede ser con todo derecho; si quiere pertenece a una iglesia protestante como la Metodista, Congregacional, Bautista, Mormona, Adventista o la que aparezca esta semana, puede hacerlo libremente; si quiere ser judío, mahometano o budista, en cualquiera de sus denominaciones, pase usted, en este país no está prohibido.
Es más, si usted quiere declararse agnóstico o ateo, también puede hacerlo sin perder ninguno de sus derechos constitucionales.
Lo que usted no puede en este país es ser funcionario de elección popular, si es sacerdote, presbítero, pastor, predicador, cura o cualquier forma de representación religiosa, Al MISMO TIEMPO.
La enorme mayoría de mexicanos están contentos con ello, incluyendo la mayoría de católicos romanos. La cualidad laica del estado mexicano (igual que la del estadounidense, por si le mete angustia) nos ha resultado mucho mejor, que plegarnos todos a la iglesia mayoritaria.
Los mismos funcionaros católicos prefieren profesar su fe en lo privado, que ostentarla en público; especialmente si representan el Poder Ejecutivo.
Es tal vez el sentido común (¿o el espíritu de la ley?) lo que le indica al Ejecutivo el restringir su práctica religiosa cuando por fin se da cuenta que las cámaras de la tele registran cada santiguada que se da, con esa humildad farisaica de quienes sí saben rezar, precisamente cuando el Ejecutivo se persigna en el interior de una iglesia y en cadena nacional.
A partir de ahí no es solo un creyente más, sino un televangelista, un proselitista de su fe, de la misma categoría que los repartidores casa por casa de la Atalaya o las parejas de muchachos (en bicicleta, uno güerito y otro morenito con corbata negra) que traen la buena nueva, solo que hecho en la tele y en proyección nacional.
El presidente en México, aprende pronto lo que le indica su sentido común: no puede andar profesando su fe en público, como si no tuviera significado político ni consecuencias políticas peligrosas, al menos por lo que dure su gestión.
La proyección de la imagen del Ejecutivo mexicano no puede brincarse todas las trancas. La ‘reconquista del espíritu’ es una misión pastoral, santo y bueno; pero no puede convertirse en política de estado sin provocar la repetición de sangrientos fenómenos históricos hace mucho dejados atrás. [JPR, PB, 2000-12-21]
Pensándolo bien... El lenguaje (verbal o no-verbal) del Poder Ejecutivo mexicano debe ser un lenguaje laico, por encima de su ideología, su creencia, o la de sus socios y parientes; está acotado por la Constitución.
http://jperezrobles.wordpress.com/blog; PB101220Laico.docx; 11:16; 2398Car.
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