viernes, 26 de febrero de 2010

Joven y Adulto AM - 26 FEB 10

Hoy en día, los hijos no entienden muy bien el español que hablan sus padres, los padres tampoco entienden el diálogo de los jóvenes entre sí, ni el castellano que los jóvenes intentan hablan con los adultos.

De hecho la comunicación entre los adultos abuelos y padres también sufre, aunque los años hayan pulido la incomprensión generacional entre ellos, en ese caso ya no tanto por el uso del lenguaje, sino por las divergentes visiones del mundo y la moral consecuente.

La relación entre abuelos y nietos tiene un aparente acuerdo de no agresión mutua, de disculpa por los intentos de manipulación entre ellos y todo se rodea de una nube de afecto cariñoso que oculta los intereses no dichos y a veces no reconocidos de ambas partes: (a) los intereses de supervivencia económica y de poder en la familia, por parte de los nietos frente a sus padres y (b) los intereses de compensación afectiva y reparación de sentimientos de culpa por los errores del pasado como padres, de parte de los abuelos, quienes encuentran en los nietos una segunda oportunidad de amor paternal o maternal más libre de ideologías y de misiones educativas.

Eso apenas se aproxima a las dificultades internas de la tribu familiar en el campo de lo afectivo y de la expresión verbal.

Pero además hay más cosas que afectan al lenguaje familiar desde el desarrollo industrial y urbano, desde la civilización, que sobrepasan abrumadoramente al desarrollo cultural y que causa fracturas sociales por donde emergen viejos problemas supuestamente superados en generaciones anteriores; pero no.

Y eso se puede ver en los fundamentalismos de todo tipo: los de los extranjeros, claro, pero también de los propios; las intolerancias crecen en el mismo sentido que crecen los fundamentalismos; las reacciones radicales aumentan en la medida que las democracias disminuyen; las corrupciones engordan en el chiquero de la no-regulación de los mercados y el huevo de la serpiente autoritaria y mafiosa se incuba en silencio esperando la siguiente crisis.

Todas estas paradojas de la especie humana se cuelan al ambiente familiar infantil, mediante las series animadas llenas de agresividad las 24 horas del día en la tele; éstas sustituyen a los programitas de formación infantil temprana o de niñera, tan bien intencionados como totalmente ilusos, y por tanto fáciles de abandonar.

Entre las influencias de las contradicciones externas sobre las configuraciones internas de cada generación, la transmisión del conocimiento, la cultura tradicional y los no muy bien definidos “valores”, sufren un deterioro irreversible.

La clave está en la capacidad adulta para volver a mirar al joven interno que lo habita en silencio, y explicarse desde ahí el fenómeno joven externo, en lugar de tratar de manipularlo desde la adultez.

Pensándolo bien... Sin embargo, hay que reconocer que esa llave solo abre la puerta a la solución...
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