Imposible pasar desapercibido; inevitable el escenario del protagonismo político entre las cámaras y micrófonos de los latosos medios, con quien tenga ojos para ver y oídos para escuchar con qué puntada saldrá el último priista de la antigua escuela sobreviviente en Sinaloa.
Este ‘velocirraptor’, que logró sobrevivir todos los tsunamis políticos del siglo 21, dice adiós con gracia y punto menos que contento.
Como los mejores “standing comediants” de Las Vegas, enfrenta la derrota de sus propias declaraciones que tuvieron que ser recogidas de las migagas debajo de la mesa de los procesos internos de su partido, para transformarse en pan integral, en el bolillo que lo golpeó en la cabeza y que en Ahome, de donde salieron él y los priístas que más alto hablan, “les puso una pela”, reconocida con gallardía.
Mientras un Polo Infante diagnostica que el triunfo de Malova se debió a “los traidores del PRI” (“¿130 mil traidores solo en Ahome? ¡Nombres, nombres!”), un Joaquín de corte más antiguo, por tanto más auténtico, lanza la cartesiana frase: “Lo único que nos falló, fue TODO”.
¿Quién va a poder denostar este agraciado reconocimiento de la derrota de parte de un político que como sistema nunca había reconocido ni siquiera la hora del reloj, si la daba la oposición, así fuera la oposición al interior de su partido?
Con este Joaquín crecido y humano en la derrota es con el que ahora sí funciona su vis cómica, cuando se permite la autocrítica, con el mismo humor que nunca funcionó antes durante aquel discurso fatuo, triunfalista, maquillado de folclor con metáforas de carreras de caballos o de dichos de cantina de pueblo cooptado donde todo es carcajada mientras haya camarones y cerveza.
¿Cómo poder tomar venganza contra un compadre tan respetuoso, aunque haya preferido tomar partido con los hombres del poder, a los que antes hasta les había rayado la progenitora cuando quisieron meterse con sus negocios que hoy esperan su bello retiro?
Los escándalos de Joaquín eran respetados por todos, porque aquí el dinero, el poder y las asociaciones peligrosas son de respeto; bueno, aquí y en todo el mundo.
La vida, sin embargo, no para de dar lecciones una y otra vez; y la desilusión, el desengaño o hasta la huída hacia delante, que es hacer como que a mí no me afectó la caída del caballo para nada de nada, porque a todos nos falló TODO, se repiten.
Y ante tal equívoco, tan monumental acto fallido, lo que resta es la graciosa concesión de la derrota al partido opositor con el que el PRI cogobierna al país.
La lección que la gente podría aprender, es que los políticos tradicionales solo desaparecen por viejos, nunca por cambiar su obsoleta visión del poder, del negocio, del partido y de la gente.
Si sirve de consuelo, ese fenómeno se ha dado en todos los partidos; lo que explica su credibilidad institucional fallida, en crisis.
Pensándolo bien... Como quiera que sea, en este caso no nos queda más opción que reconocer la congruencia política de los ‘velocirraptors’.
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miércoles, 14 de julio de 2010
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