El modo de producción basado en la extracción de los productos de la tierra y el mar apoyados por los servicios turísticos es estrictamente necesario, pero no los suficiente para satisfacer la demanda de crecimiento de la sociedad sinaloense.
La generación de capital del modo de producción primario (agrícola, ganadero, acuícola) ha llegado a su techo y “capital que no se expande se muere”. No hay opción: o crece física y geográficamente (lo cual aquí ya está obviamente delimitado) o crece hacia formas inéditas de producción (lo cual es territorio por explorar).
Replantearse el proyecto de desarrollo económico es una necesidad urgente para la supervivencia del estado.
Eso puede darnos tristeza o rabia (especialmente a los viejos) porque significa la muerte de buena parte de las formas de vida que hemos atesorado durante más de un siglo en Sinaloa: los espacios bucólicos, la laxitud de las reglas urbanas de convivencia, la ilimitada libertad para diseñar y construir casas individual o colectivamente como nos dé nuestra regalada gana, la manera de caminar por las calles y de estacionarnos caóticamente afuera de las iglesias o las escuelas...
Un planteamiento de desarrollo integral específico sería mucho más sensato e inteligente que los hiperquinéticos intentos de importación, desde regiones con condiciones geohistóricas básicamente diferentes, de ciertos modelos de desarrollo unidimensional.
Puede pensarse en este estado como un ecosistema con un equilibrio milenario (sierra, valle, mar) cuya preservación es estrictamente necesaria para evitar la extinción del fundamento mismo de cualquier intento de desarrollo. Y pensar que un proyecto sin ese balance entre civilización y ecosistema está destinado al fracaso desde el principio.
Hace mucho que dejamos de respirar en el aire de Sinaloa los buenos deseos de sus hombres: la mezcla de sensatez, audacia e inteligencia con la que se pueden (y se deben) organizar las fuerzas de la sociedad y el estado.
Una actitud emprendedora que no signifique dilapidar el futuro de la mayoría de la población sinaloense en aras de algún delirante proyecto hegemónico fácilmente sospechoso de ambición exclusiva, más que comunitaria.
Una actitud que no sacrifique en el altar de ‘la mayor ganancia con el mínimo esfuerzo’ el derecho de los ciudadanos y de la naturaleza para desarrollarse integralmente: la única forma de desarrollo sustentable. [JPR, PB, 2000-06-23]
Pensándolo bien... Digo, si los candidatos sueñan, ¿por qué no podemos soñar también los votantes?
http://jperezrobles.spaces.live.com/blog; PB100624Sinaloa.docx; 12:20; 2266Car
jueves, 24 de junio de 2010
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