El asesinato de Torre en Tamaulipas puso en la candidatura a otro Torre. No hay peor fracaso del ciego, idiota y absurdo intento político del crimen disfrazado de terror electoral.
Primera vez que vemos una reacción a bote-pronto con cierta inteligencia de parte de la estructura política instituida. Las otras respuestas han sido tan ciegas, idiotas y absurdas como la barbarie de las balas criminales.
Cuando hay un acto criminal personal contra la propia familia, lo que deseamos los familiares es la venganza al menos igual y en sentido contrario contra el criminal y su familia. Deseamos que sufra y que muera. Es nuestra reacción primitiva y explicable; pero no es justificable.
La ley nos viene desde los tiempos en que Moisés bajaba del Sinaí, cuando el pueblo hebreo se desorganizaba social, moral y religiosamente, que era el único andamiaje de cualquier nación, para mantener a raya las reacciones primitivas, irracionales y autocráticas.
Hoy el andamiaje de los países es su Constitución, la ley es la norma de la estructura de gobierno; la norma no es la iglesia, ni el dinero, ni los medios masivos de comunicación, ni el mercado de valores, ni los partidos; y al último, pero más importante, tampoco lo es una organización asesina que se autonombra reguladora del mercado y de la política con un criterio totalmente cavernario y que le importa madre la vida social y productiva que imaginamos los ciudadanos.
No es la voluntad del presidente de la república, o de un gobernante particular cualquiera, no es la posición de un partido X o Z: es la Constitución; y el aparato de gobierno debe aplicarla. Ese criterio es superior a cualquier chantaje económico o político; es lo que hace sobrevivir y eventualmente progresar a las naciones.
Crimen siempre habrá, sea crimen para matar a los competidores o crimen para concentrar la riqueza, tan criminal e interdependiente uno como el otro. La Constitución es la norma para evitar que el crimen determine nuestra política y economía, para impedir que la riqueza abuse de su opulencia y obligue a la pobreza extrema, o que la impunidad llegue a esta locura narca asesina sin sentido. El narco son los hechos que matan, no palabras. Si no podemos con eso, estamos perdidos como nación.
Por tanto, así de fallida, manida y manipulada por todos, como está la democracia electoral, es cada vez más la última opción que nos queda, a falta de otra opción más racional que espera al final del camino a que llegue de EU, donde deje de ser ilegal el mercado de las drogas, que haga innecesaria la economía de las armas y de los asesinos, como fue el caso del alcohol.
Pensándolo bien... El único recurso que nos queda es salir temprano a votar para decir personal y legalmente lo que queremos vivir en este Estado.
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miércoles, 30 de junio de 2010
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