lunes, 6 de diciembre de 2010

Palabras en sepia - 6DIC10

Alfonso Orejel presentó su libro de poemas premiado con el Owen de Mazatlán en 2008, en la 9a Feria del Libro de Los Mochis.

Eliud Velázquez y René Higuera se encargaron de los honores con dignidad y decoro.

Nuestro Poncho dijo sus poemas. La mitad del auditorio lloró y sonrió alternativamente; la otra mitad mintió como siempre.

Poncho Orejel ha crecido ante nuestros ojos y no nos habíamos dado cuenta, hasta que vimos estas viejas fotos descoloridas que nos mostró.

Orejel tiene dos interlocutoras a las que frecuentemente enfrenta:

Una es la muerte, sea por el asalto prematuro y masivo en su infancia del morir de otros, o por la conciencia, renegada en su madurez, del morir propio.

La otra es la locura adulta; esa sin-razón que despedaza fantasías y deseos infantiles sin piedad; sombras asesinas de ideas que obligan a la construcción de tapancos, colchas y muros de cartón, para poder escribir, como loco, años después, su denuncia: valiente, íntima, justa.

Esta es la prueba:

‘Principio’
Nunca puse un barco de papel/ sobre la piel de un río.
No colgué del viento un papalote.
Vi pasar el tercer strike/ con el bat al hombro.
Jamás pude jinetear/ una bicicleta.
Lo mío fue la imaginación:/ la épicas batallas medievales,/ los duelos del viejo Oeste,/ la ruidosa carcajada de los muertos.
Hice un refugio en el tapanco/ y lo atrincheré con colchas,/ cartones y un gran muro/ de silencio.
Las tardes más felices/ transcurrieron ahí,/ aislado del mundo/ no penando por nadie.
Con la lengua mojaba mi dedo/ para hojear el Kalimán/ o Ben Hur ilustrado.
Aquella isla me permitía/ estar a solas/ con ese desconocido/ que era yo mismo.
Quería ser veterinario/ para sentir la húmeda/ ternura de los perros,/ comer chocolates/ hasta la saciedad y más allá,/ no ser el último en llegar/ en la carrera, no morir a los ocho años,/ como mi hermano Juan,/ solo eso.
Pero esa eternidad/ era interrumpida por los gritos/ de mi madre.
Escribí sobre el polvo/ que cubría la enciclopedia/ las primeras palabras/ que verdaderamente/ me pertenecieron.
Nunca tuve nostalgia/ del porvenir/ ni quería ser feliz,/ solo ser niño.
Luego me apuraron a crecer / mis profesores de Moral.
Alguien me condenó/ por seguir siendo niño/ a los trece años/ y mi escondite se llenó/ de maniquíes mutilados/ que nunca perdieron/ la sonrisa.
A veces tengo la certeza de que escribo, / como un loco,/ a solas.
Miro hacia atrás, y me estremezco/ con mi única certeza:/ durante toda mi vida/ he tratado de ser fiel/ a los sueños/ de ese niño. [Alfonso Orejel, Palabras en Sepia, Instituto Sinaloense de Cultura, Culiacán, 2010]

Déjense de cosas, Alfonso Orejel es un poeta adulto ante propios y extraños.

Pensándolo bien... Un poeta que no necesita traicionar a su niñez para serlo.
http://jperezrobles.wordpress.com/ ; PM101205Sepia.docx ;19:28;2399Car.

No hay comentarios: