domingo, 29 de agosto de 2010

Abuelos - 28 AGO 10

Si usted nació antes de 1953, ya es un anciano. Bienvenido a la tercera edad: la más larga y la menos dotada de todas.
A estas alturas todos sus sueños adolescentes ya se cumplieron o ya les amaneció sin cumplirse; y la rabia de la conciencia de la muerte, por su proximidad, ha tenido que ser transformada, cuando ha sido posible, en trabajo, rituales, arte o silencio.

A cambio, la vida le trajo un fenómeno que no esperaba con mucho entusiasmo, porque lo convertía oficialmente en viejo. La vida le trajo a la vida en pequeño revoloteando como mariposa destrampada a su alrededor y lo convirtió en abuela o abuelo.

Y desde entonces le desgasta el nombre a gritos (“¡Abuela!, ¡Mamanina!, ¡Tata!, ¡Nana!”) pero le lava el coraje de envejecer.

La vida crece en los nietos con la rapidez que el tiempo adquiere con el tiempo, como el germen de frijol se ve crecer acelerado en un documental didáctico. Y entonces la sensación de la vida que se acaba se cambia, en momentos, por la emoción de la vida que renace; momentos que son preciosos y apreciados.

No hay mucho misterio en ser viejo; las cosas, de tan complicadas, se vuelven simples y la vida cotidiana se vuelve un eterno aquí y ahora, navegando un lago de imágenes de allá y entonces.

En nuestra vejez, somos el recuerdo que les queda a nuestros hijos adultos de nuestros padres; por eso inventan un ‘día del abuelo’: para reproducir -en sus hijos- los preciados momentos de su relación con nuestros padres -sus abuelos- con los que ya no contamos.

La relación entre nietos y abuelos es específica. Son dos generaciones marginadas que se unen en el afecto en medio de la dinámica del poder de los adultos, ocupados ellos en sostener las contradicciones de la sociedad que les toca.
Los abuelos y los niños contradicen la contradicción; y se ríen y juegan y disputan sus áreas de dominio con alegría, se manipulan y se dejan manipular, se chantajean y se dejan chantajear, se toleran, se perdonan, se tratan entre ellos como no pueden tratar con los iguales ni con la generación inmediata: con un afecto libre.

El fenómeno de la relación generacional entre los extremos de la vida humana (niños y viejos) es la verdadera razón por la que un ‘día del abuelo’ puede tener sentido. El resto de los festejos pueden ser bienvenidos, como cualquier fiesta lo es; pero la ‘abuelez’ se demuestra andando: cada día como si fuera todo lo que hay por vivir. Tanto los niños como los viejos, por diferentes razones viven su día de esa manera: mi vida es hoy.

El resto de la vida es una eterna queja -infantil o anciana- contra la injusticia, el abuso o el abandono. Ellos no pueden quejarse mucho: poder es de lo que carecen. Algunos adultos, como usted, a veces lo hacen por ellos. Algunas instituciones también.

Pero de ahí no pasa la historia.

Con todo, la mejor sonrisa en la cara del abuelo(a) es la que dibuja la voz de un niño que grita su nombre.

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Cumplir 65 años no es algo así como para festejar mucho. Fue suficiente haber visto a Paul McCartney cumplir sus ‘sixty four’, a los que nunca creyó llegar cuando escribió esa canción y ahí estaba en la tele sonriendo, con todos los pellejos del Reino Unido colgando de su cara de niño...

En primer lugar, da un profundo coraje lo poco que se ha logrado en tantos años. Además, dan envidia esos asquerosamente ricos o los asquerosamente jubilados, sin problema alguno para enfrentar el resto de los mugres 15 años promedio de chira de vida que les queda.

Desespera ver que los jóvenes den tan ricas muestras de potencialidad, talento artístico y genialidad intelectual, solo para encontrarse con que las formaciones sociales de todo el mundo estén legisladas y estructuradas de manera tal que se tengan qué esperar casi toda su vida joven y útil a que avance el escalafón burocrático de las generaciones; o sea, que los viejos nos muramos para que ellos puedan tener acceso al aparato productivo (a menos que se puedan convertir de repente en unos RBD’s o se hagan narcos para “morir joven y ser un cadáver bello”, como dijera Jim Morrison de The Doors antes del último pasón). Y por aparato productivo no solo hablamos de la producción de tomates, que también, sino de todo tipo de producción: conocimiento, arte, enterteinment, ciencia, técnica, servicios.

Los viejos son en verdad una monserga social y económica. Deberían ser enviados a la tundra a que se los comieran los osos blancos, como lo hacían los esquimales con los que ya no tenían dientes para masticar su comida en Alaska; hasta que llegaron los dentistas, si no, claro que todavía lo harían...

Y a partir de los 65, el futuro se vuelve un chinche futurito de una decena de años, cuando mucho, antes de empezar el verdadero deterioro anciano de las facultades mentales, que son las últimas que se rajan (“Heil, herr Alzheimer, guten Morgen!”), una vez que la mayoría de las vergonzosas facultades físicas y fisiológicas abandonaron al cuerpo.
Entonces ¿qué le festeja a su amigo o pariente a los 65, si ya no es más que una sombra de aquel hombre fuerte, inteligente y con sentido del humor que era, y hoy está convertido en un viejito renegado que ya nada le cae bien y vive cada vez más excluido de sus relaciones humanas, sea por su misma vejez, por su amargura o por su poder (que, bueno, en manos de un viejo siempre es intimidante)? ¿Será que le festeja que no se ha muerto?

“Hombre viejo, pobre viejo”, diría uno de los capos políticos del pasado.

El eufemismo “Edad en plenitud” o “La tercera edad”, no es otra cosa que un caramelo para engañar viejitos en los asilos; y lo peor de todo, es que los viejitos se dejan engañar con tal de que no los dejen abandonados otro día sin cambiarles los pañales.

Pero, como cualquiera que conozca el significado del ying-yang lo sabe, para todo hay compensación en esta vida; y tarde pero seguro, surgen ¡los nietos!

Son unos pequeños seres que ya vienen armados con una amplia sonrisa, unos brazos levantados y un grito que llena toda la casa, con los ojos abiertotes y la emoción haber visto lo mejor que les ha sucedido en toda su larga vida: “¡Abuelito!”.

Y nomás con eso se borra toda amargura, toda memoria de la muerte y todo lo que dije antes.

(Chale, por poquito la libraba sin decir algo cursilón el día de hoy).



http://jperezrobles.spaces.live.com; VC100828Abuelos.docx ;19:14;5233Car.

1 comentario:

Tita dijo...

Que difìcil hacer el comentario, ya lo habia escrito y como no tenia cuenta no se que, hice lo que me pedia y se borrò lo que habia escrito.
Solamente para decirle que disfrutè muchìsimo el programa de los Abuelos, apenas tengo dos años con mi nieta, mi hija madre soltera, por lo que en la medida de mis capacidades , realizo el papel de niñera, madre y abuela. Todo lo que dijeron me hizo pasar por el llanto, la risa, la aseveraciòn, en fin, me gustò.
Se que muchas personas lo oimos pero no creo que sea tan facil hacer los comentarios y menos cuando somos una generaciòn que quedò medio atrasada con esta tecnologìa y apenas andamos haciendo pininos.
Saludos a Francisco que se acopla muy bien.