Alfredo Jiménez, ingeniero civil, se casó con Alicia Ríos, especializada en mercadotecnia. Ambos ocupaban puestos ejecutivos pero a la llegada del primero de sus dos hijos tomaron la siguiente decisión: el que ganara menos salario dejaría su empleo para dedicarse al niño y a la casa, pues lo último que deseaban era dejarlo en una guardería. Fue un acuerdo meditado.
Alicia renunció a su trabajo pero el destino te apoya en estos casos, dice Alfredo, y cuando a ella le ofrecieron otro empleo pidió el doble de salario de lo que ambos ganaban y ¡se lo dieron!, por lo que ahora quien tuvo que renunciar fue él, no sólo a una carrera prometedora sino a una serie de roles masculinos tradicionales. Cuando jugaba con mi hijo o lo bañaba o le daba de comer –recuerda Alfredo- me olvidaba de mi carrera y de mi depresión y me concentraba en la complicada ingeniería del hogar, así como en quitarme telarañas de que el dinero gastado no lo ganaba yo.
¿Cuánto estaba dispuesto a pagar por la formación de mis hijos?, se preguntaba Alfredo, y entonces me di cuenta de que mis nuevas tareas eran más valiosas que mi antiguo trabajo. Eso me llevó un año asimilarlo y ya estábamos otra vez embarazados. Por otra parte, el enfrentamiento con mis padres y suegros no fue fácil. Haberme pagado una carrera y dedicarme al hogar para ellos era bochornoso, por lo que aprendí a hacer concha con sus desconcertados juicios. Su papá distribuye vinos, les dije a los niños para efectos de conversaciones escolares.
La decisión que tomamos mi mujer y yo –abunda Alfredo– fue acertada. Su carrera es exitosa al igual que la mía en casa, pues he aprendido a conocer y a aprovechar mi lado femenino, a disfrutar ir al mercado, a regatear, a conocer ingredientes, a preparar nuevos platillos, a planchar o a comentarle a la señora qué ropa le queda bien para ese día, a disfrutar en fin de lo que nos impiden unos roles en apariencia inalterables. Además, diario hago ejercicio y puedo jugar con los niños sin cansarme, lo que no ocurre con su mamá. [Dice Hernán González que continuará, La Jornada, 2010-08-30]
Este bello cambio de roles es un mecanismo de supervivencia familiar, legítimo y mucho más allá de mis fobias o ideas fijas acerca de los roles de pareja.
Sin embargo, el intercambio de roles no funciona en el caso de la adopción de parejas gay masculinas; y no es necesario en las parejas gay femeninas, que sí pueden porque ya vienen armadas para ello.
Pensándolo bien... Los hombres, aunque sean gay, no saben ser madres, no lo traen; lo único que tienen es un buen deseo, pero en la pareja gay masculina no hay una madre cotidiana que les enseñe y les corrija sus carencias diarias.
http://jperezrobles.spaces.live.com/ ; PM100830Roles.docx ;18:43;2280Car
lunes, 30 de agosto de 2010
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