Desde el plan sexenal Calles/Cárdenas, la gente ha percibido los mandatos ejecutivos como la elevación del Tlatoani, en medio de una esperanza religiosa por un nuevo amanecer que por cierto no dura más de tres años.
Los segundos tres años, la gente percibe a la presidencia como el ocaso obligado por la flecha del guerrero hiriendo al sol que sangra en el horizonte antes de desaparecer y permitir el nuevo día.
Así parece ser la concepción de sexenio en el inconsciente colectivo mexicano; los presidentes solo cumplen con su martirologio estoico; sea (a) por su disciplina política al mandato constitucional, (b) por su ansiedad por salir de ahí o porque (c) ni idea tienen de lo que está pasando por ese ritual ancestral del que no entienden nada de nada.
Los gobernadores solo repiten el fenómeno a la medida de sus estados durante ese mismo ciclo.
Los EU, tienen períodos de 8 años, con renovación o revocación del mandato cada 4. Su ciclo es diferente en el tiempo, pero es el mismo en cuanto a la percepción y la respuesta activa de esperanza/desilusión de la gente en cada mitad.
Cuando los vuelven a elegir es por ver si el segundo tiempo sí sirven para administrar bien su gobierno. Un intento siempre fallido.
No hay presidente de EU, ni de México, que salga bien librado de sus dos períodos (el de 3 años aquí o el de 4 años en EU).
La única diferencia visible en los registros de la historia está en lo que en su tiempo los politólogos llamaron “El estilo personal de gobernar”: un eufemismo para nombrar a las formas fallidas de administrar el poder.
La modernidad no ha traído nada nuevo al respecto:
Lo que con los ejecutivos del PRI fue la santificación hasta el absurdo patético del Poder Ejecutivo, con los del PAN se convirtió en la defenestración de la Presidencia, hasta dejar a Los Pinos en su primer sexenio del cambio sin toallas con qué lavarse las manos; o ahora, en la segunda parte del segundo, sin un aparato de inteligencia que pudiera acercarse siquiera a su nombre, aplastado por la bota militar.
Cada tres años se repite religiosamente, no aprendemos nada de ello y lo volvemos a repetir infaliblemente: Somos animales políticos trianuales.
Pensándolo bien... Como decía un inmigrante ilegal de EU en su medio español a principios del siglo pasado: “No tenemos goddamned remedy todos ustedes”.
http://jperezrobles.spaces.live.com/ ; PM100820Trienios.docx ;18:33;2048Car.
viernes, 20 de agosto de 2010
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