Ni la ley, ni el estado de derecho, ni el lenguaje estuvieron en el debate del martes. De hecho no han estado presentes en la contienda en ningún momento.
Ninguno de los dos slogans sirve para nada, parecen slogans de los abuelitos como dijo uno de los candidatos. Negar la participación de alguno de los partidos de las alianzas tampoco, tan sospechosos los pintos como los colorados.
Lo que se debatió el martes fue la fuerza del puño y la imagen sostenida obsesivamente sin importar si afuera hay ciclón, temblor o si levantan o asesinan a alguien mientras hablan y hablan de lo maravilloso y mesiánico que son ellos para el estado de Sinaloa.
Da pena ajena que los candidatos se tomen tiempo en justificar por qué tienen la vocación de ayudarnos a los ciudadanos o por qué desean cambiar la camarilla que gobierna ahora por otra.
Ninguna motivación personal de los candidatos, ningún elogio en boca propia, le sirve para nada al electorado.
La ausencia de una visión clara del pasado, y del futuro del estado (en ambos sentidos de estado) es lo que estuvo presente en el debate, en el afán de simplificarlo todo, de convertir la idea de progreso social en la idea de expansión empresarial, en igualar la vida social con vida comercial, en creer simplemente que el progreso es el manejo del dinero del producto del trabajo de los ciudadanos (que ya es lengua muerta).
La moral no se quiebra porque alguien tenga un pariente narco, ese es un equívoco de entrada: la moral se derrumba cuando en la manera de hablar, en la forma como se le da importancia a las palabras; no solo a “la palabra” que se arropa con la dignidad del gran patrón, del gran empresario o del gran hacendado que se ofende a la mínima provocación y descalifica a cualquiera con la misma facilidad de los grandes autócratas de la historia, como napoleones triunfantes que ‘prueban’ su razón de ser con sus victorias.
Es lamentable el desconocimiento de su propio pueblo y de sí mismos, por el afán de verse como pobres niños de pueblo pobre, que llegaron a la cúspide del poder, como si tal ascenso de clase garantizara maldita la cosa.
No conocen las contradicciones y las llaman mentiras, mientras el lenguaje les cae encima. Por tanto, lo único que vale aquí son los hechos, las acciones, los registros, los números; como si fueran infalibles y lo explicaran todo, cuando en realidad ocultan tanto. ¿La razón? Esa puede esperar a que la pasión muera.
Mis condolencias a los ciudadanos libres y a las víctimas de tal política.
Pensándolo bien... Solo agradezco al señor gobernador Jesús Aguilar Padilla por garantizar mi derecho personal a decir lo que se me pegue en gana, usando el lenguaje sin responsabilidad alguna, tal como lo usan los señores candidatos.
http://jperezrobles.spaces.live.com/blog; PB100526Debate.docx; 10:55; 2379Car.
miércoles, 26 de mayo de 2010
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