sábado, 1 de mayo de 2010

Violencia Familiar PB - 23 ABR 10

Los efectos psicológicos sobre las personas por las acciones de gobierno, son temas cotidianos: por los precios de los alimentos y los servicios, por la criminalidad narca a todo nivel, por las luchas ideológicas entre los partidos reducidas al deplorable espectáculo de la ambición personal, por las inmoralidades contra los niños que se salen de los templos religiosos, por asesinato diario en el frente de guerra anti narco, por las patéticas conferencias de prensa, los provocadores mensajes presidenciales o de los funcionarios, por las respuestas peripatéticas de oposición, por el desempleo y subempleo... en fin.

Son como pequeñas bombas de la ansiedad, angustia y desesperación que nos gusta llamar estrés, y que mueven la agresividad (sea activa o pasiva) en el alma de las personas.

La última generación se crió entre series animadas hiperactivas en la tele, con sus bombas y armas destructivas que disparan un segundo sí y otro también durante horas. Pareciera como si estuviesen vacunados contra la violencia social: el país puede arder y todo lo ven normal.

Pero la agresividad reprimida, aunque no responda inmediatamente a la invasión e introyección cotidiana de estímulos de contenido agresivo que la civilización impone a los sujetos, sí contribuye al malestar de todos los días, y se defiende canalizando la agresividad resultante contra otras personas más próximas, más prójimas, menos abstractas, no pocas veces en forma de violencia concreta.

La agresividad de la civilización se introduce en el aparato psíquico del sujeto sin su permiso, el sujeto normalmente no logra localizar qué mosco le picó, frecuentemente se escapa por el alcohol y luego se enoja con las personas con las que tiene relaciones afectivas, por razones nimias, con una intensidad fuera de toda proporción.

Aquí es donde algunas veces puede servir el recurso más elemental para evitar la descarga de la agresión flotante causada por la civilización, contra las personas que le quieren.

Es simple, si estoy sintiendo, o alguien me hace ver, que mi rabia es exagerada para el estímulo que la echó a andar (como que la comida esté fría, por ejemplo), en lugar de justificarlo como la gota que derramó el vaso, lo mejor es salir inmediatamente del escenario y regresar cuando pueda discernir qué parte de mi rabia pertenece a qué causa.

Generalmente la causa real no está aquí y ahora; en casi todos los casos está allá afuera de esta casa; o viene de entonces, del pasado, de su historia personal, no de esta familia con quien vive, sino de otra familia donde creció y donde dejó olvidado el origen de esta rabia.

La investigación del origen puede o no necesitar de ayuda profesional; pero por lo pronto se puede aprender a dejar de usar a las personas que le aman como objeto de la propia agresividad, o peor aún, de la propia violencia.

Si usted puede darse cuenta de que no es justo, entonces la mitad de la solución contra la violencia en su familia está resuelta.

Pensándolo bien... Si no, usted necesita ayuda urgente...

http://jperezrobles.spaces.live.com/blog; PB10043ViolenciaFam.docx; 17:12; 2646Car.

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