No sé cómo le fue a usted con la noticia de la muerte de Germán Dehesa, pero en la casa fue motivo de luto formal generalizado, como si hubiera sido una muerte repentina en la familia. Ahora tendremos que buscarnos algún sepelio en el periódico y, con todo respeto y sigilo, ir a pasar ahí el duelo de Germán.
El último de los sentidos que perdamos ante la muerte, o ante una pérdida de cualquier tipo, debería ser el sentido del humor; parece ser la enseñanza última que Germán deja tras de sí como estelas en la mar.
Germán Dehesa es autor del ensayo “Cartas a Martha Chapa” (1982); de las obras de teatro, varias con temas políticos, Tapadeus III (1988), El gabinete de Belem (1988), Borges con Música (1988), El pórtico de las palomas (1988), El Pacto con botas (1989), Monjas corondas (1989), y la novela ¡Fallaste corazón! (1996).
Desde hace tiempo publicaba al final de sus escritos un apéndice titulado “¿Qué tal durmió?” Este remate inició como un reclamo a las autoridades que no han sido capaces de esclarecer los feminicidios en Ciudad Juárez.
Últimamente ese apéndice fue más una frase final o corolario, y desde 2006 se la dedicaba casi siempre al ex gobernador del Estado de México Arturo Montiel. [El Universal, 2010-09-03]
Germán fue un amigo que envuelto en párrafos geniales se metió como la humedad a la casa: primero a la sala, muy modosito él, y después hasta la cocina. No hay manera de sacarlo de ahí: aunque no siempre estemos de acuerdo con su pensamiento, su sentido del humor, su genialidad para la metáfora instantánea, su habilidad para producir retratos ridículos o grotescos, sin ninguna posibilidad de error, de políticos y hombres o mujeres públicos o hasta de sus amigos, es irrepetible. No hay otro escritor que lo pueda hacer como Germán con tan pocas letras. Tal vez en otro idioma, pero ese no entra a donde le dé la gana en nuestra casa. Germán se ganó su puesto palmo a palmo, a base de querer que lo quisiéramos; y no tuvimos más remedio.
Lo siento por quienes lo negaron como cosa menor; habría sido mejor que hubiesen cultivado esta difícil admiración, en lugar de ese fácil desprecio. Tal vez se ahorraron el duelo de su muerte; pero dilapidaron uno de los pocos recuerdos que le dan sentido y que le dan gusto a la vida.
Como prueba del sentido del humor heredado a los jóvenes por Germán, esta mañana le llegó un twitter a Brozo que reclama: “Chale, si en el cielo les hacía falta un pelón orejón, ¿por qué no se llevaron mejor a Salinas?”.
Pensándolo bien... Adiós Germán, mi casa es tu casa.
http://jperezrobles.spaces.live.com/ ; PM100903Dehesa.docx ;20:44;2198Car
viernes, 3 de septiembre de 2010
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