lunes, 22 de marzo de 2010

Picachos - 22 MZO 10

¿Cómo se pasa de vivir en una comunidad rural, libre de problemas urbanos, donde el tiempo se mueve a velocidades humanas conforme a la naturaleza, donde las tribulaciones están asociadas hace muchas generaciones a la atención médica tradicional y casera de la salud, a la sabrosa alimentación con nutrición auto-regulada sin alimentos industrializados ‘chatarra’; donde los problemas son llegar a la escuela que no está aquí sino en el pueblo de enseguida, batallar con las plagas de las siembras y el ganado, todos esos problemas de la vida en el pueblo que ya todos olvidamos porque en la ciudad de eso solo se acuerdan algunos viejitos de café...? En fin, ¿cómo se pasa de vivir ahí a morir equivocamente en la línea de fuego de los narcos que compiten por la plaza?

Muy sencillo: es cuestión de que el gobierno de este país decida hacer una obra monumental “para el bien de sus ciudadanos y el progreso del municipio, del estado y del país”.

Esta es la falacia más grande de la función gubernamental: Actuar con criterio mafioso, con el criterio narcisista y autocomplaciente de cualquier megaempresa particular a la que la gente le interesa primero como mercado y al último como ciudadanos con derechos.

Esta vez se hizo lo que había que hacer para construir la presa Picachos: la licitación de los contratos bien pagados a los constructores, la compra de maquinaria extranjera para la generación de energía, etc., etc., etc. No perderemos el tiempo hablando de las corrupciones siempre posibles y nunca probables.

Solo diremos que ya se había conseguido, a golpe de discursos electoreros, cierta conciencia en la sociedad de que las cosas que se hicieran desde el gobierno, deberían incluir el derecho de la gente y con mucha más razón el derecho de los que menos tienen.

Promesas de los señores políticos y funcionarios que tanto cacarean en las elecciones, de los señores empresarios que se sienten los héroes de la nación por arriesgar su capital invirtiéndolo en un mega-proyecto de mega-millones de dólares que les darán mega-utilidades a sus empresas.

Así como el poder oficial y fáctico contempla con todo cuidado la administración de los millones del gasto que significa la gran obra, con márgenes de demasías por si falta pagarle a algún empresario que nos podría demandar; así deberían de incluir en la inversión de las obras el costo del desplazamiento de tierras, hogares y pueblos enteros, con un margen económico sobrado y una puntualidad en los tiempos de entrega eficaz, sin escusas.

El trato a los ciudadanos desplazados debe ser como el de quien se quiere ahorrar una demanda judicial que penalice a los gobiernos el tortuguismo en cumplir con el daño económico y moral causado a miles de personas, ancianos, niños, mujeres y ciudadanos, al menos 10 veces el valor oficial por incumplimiento

El criterio clasista de injusticia del poder rata, está mal de entrada: ¿“No hay dinero para los jodidos”?.

En el futuro la ley tendrá qué decir que si no hay dinero para los afectados, entonces que no haya dinero para la obra. Los gobernantes hace mucho que no son Dioses.

Pensándolo bien... Ningún progreso sirve si se construye sobre la miseria agregada de los pobres.
http://jperezrobles.spaces.live.com; PB100322Picachos.docx; 11:40; 2767Car.

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