domingo, 7 de noviembre de 2010

La Apariencias - 6NOV10

Si algo representa la apariencia del ser humano, es su carácter. El carácter es la fachada con la que nos presentamos ante la sociedad, la familia, la pareja y, oh sorpresa, también a nosotros mismos.

Y ese carácter es apenas una especie de secretaría de relaciones exteriores de una complejidad interna que tiene una historia compleja, ambivalente, pero, de todos modos, explicable.

Que tenga una historia significa que no siempre hemos sido como decimos que somos ahora y que no siempre seguiremos siendo como ahora somos.

Nuestro carácter es dinámico y cambia con el tiempo y las circunstancias que nos obligan a sobrevivir como individuo en medio de un entorno a veces hostil o al menos percibido como tal.

Nuestro carácter es nuestra apariencia; nuestro “así soy yo” que pensamos y deseamos inamovible, que defendemos a capa y espada contra cualquier cosa que lo amenace, sea de afuera o de adentro.

Como necesitamos darle credibilidad a nuestra apariencia, a cambio le damos crédito a la apariencia de los demás, sea para admirarlos o para denostarlos porque “así son ellos”, y eso valida a la apariencia del carácter propio como el mejor representante de ser yo así como soy.

La ecuación entre ser y carácter se vuelve de este modo una creencia verdadera, y la apariencia pasa a ser la representante de ese ser humano que quiere ser eso que dice que así es.

¿Misión cumplida? Lo sentimos mucho, pero la realidad nos demostrará muchas veces que NO es así, antes de que aprendamos finalmente que el “así soy yo” se traiciona a cada momento de la vida, y pasa esos momentos al departamento de fallas, errores o pecados que abarrotan el almacén de las culpas inconscientes en lo profundo del alma.

Por esta falsa percepción de sí mismo llamada “así soy yo”, los hombres y las mujeres se pasan buena parte de su vida sintiéndose mal sin saber por qué. “No sé qué tengo ahora, pero amanecí sintiéndome mal”, se oye uno decir una y otra vez, como parte del ritual necesario para mantener viva la idea de que “así soy yo”.

Todo se cuestiona: los padres, los parientes, los maestros, la pareja, los hijos, los nietos, los políticos, el entorno en general, incluso hasta a uno mismo; pero cuando se llega a la puerta del “así soy yo”, la investigación de pronto se detiene y ya no hay nada qué investigar.

O sea, la pregunta “¿Y por qué demonios es que ‘así soy yo’?”, simplemente no existe, porque se ignora que ignoramos que haya una posible respuesta, porque creo que tampoco existe. Necesito que no exista para que no se mueva de su lugar el “así soy yo”.

Por eso la última respuesta a cualquier investigación sobre mí mismo es: “Es que así soy yo”; y ahí se detiene todo.

Seguiré viviendo con mi apariencia; y con esta apariencia trataré de negociar mi ser con el mundo interior que me grita harto de su malestar y el mundo exterior que me exige en función de la apariencia que le muestro.

Bueno, dirá usted, suponiendo que le creyera a este señor lo que dice por la radio y que no le entiendo nada: ¿qué tengo qué hacer ahora para salir de este laberinto del alma que ya no vive muy a gusto con su carácter, con su “así soy yo”, o sea, con su apariencia?

Reduciéndolo todo al mínimo, nos quedan tres caminos:

1 Dejar que la vida siga su curso y tal vez al final de la existencia se hará la luz; siempre demasiado tarde, ni modo, siempre con el lamento de haber vivido en el autoengaño toda la vida y la rabia de no haberlo sabido antes.

2 Ponerme ahora mismo a estudiar cuanto libro caiga en mis manos o cuanto blog trate el tema: qué tengo qué hacer con la apariencia que me engaña y que engaña a los demás. Existe aquí la probabilidad de que a la mitad de la vida logre comprender el fenómeno. No sabemos si será suficiente para dejar de aparentar el ‘así soy yo’ de antes, pero el intento valdrá la pena.

3 Someterse a un proceso autocrítico de análisis profundo que me enseñe las vías por las que camina la formación del carácter en el niño que fui y en mi estructura adulta; o sea, cómo es que llegué a ser esta persona que soy: qué ritos, costumbres y sentimientos de culpa inconscientes acarreo desde niño sobre mis espaldas y me producen los misteriosos malestares que no me dejan vivir en paz, y me empujan a buscar una felicidad imposible de encontrar (a menos que viva adentro de un comercial de la tele) y me hacen sentirme mal hasta cuando gano.
¿Cuál proceso? El que le resulte mejor. No todas las terapias son para usted, ni viceversa. Ni modo, tendrá que buscar y corregir una y otra vez. Si ‘así soy yo’ resulta ser suficientemente obsesivo, la encontrará; si no, regrésese al punto uno.

Buena suerte.
http://jperezrobles.wordpress.com; VC101106Apariencias.docx ;19:15;3920Car.

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