No es la cultura mexicana la que peligra; no es la iglesia católica la que está en riesgo; no es la lengua la que está en juego; al menos no en este año del “cambio”.
La cultura mexicana, la supervivencia del idioma y la iglesia mayoritaria están determinadas por condiciones históricas, no por el comercio exterior de ahora; pisa sobre largos procesos o choques de aculturación de la magnitud de una conquista tan devastadora como la española.
El proceso de ‘americanization’ del mundo lo sufren los alemanes y los japoneses por igual; y los alemanes seguirán siendo protestantes luteranos hablando en alemán y los japoneses budistas sintoístas seguirán hablando japonés.
La cultura mexicana no se derrumbará porque los adolescentes se identifiquen con un cantante de moda en MTV y presuman de un inglés tan pobre como los alcances intelectuales del cantante, ni porque se inclinen por la corriente renovadora de su iglesia local porque es la que tiene más parecido a la iglesia protestante, por cierto ambas humildemente cristianas.
La cultura mexicana no se reduce a un canto en Bellas Artes con Alejandro Fernández; aunque ese botón bastaría para mostrar que lo que a usted le mueve la emoción nunca será oír “Qué será, será” que cantaba Doris Day con la inocencia de la ignorancia, sino la música de JoseAlfredo, con su llanto y su tequila, cuyo mayor ‘positivismo’ yacía en “Ella quiso quedarse cuando vio mi tristeza”, superando al más triste blues de Cris Christoferson hasta abajo de Black Daniel’s.
NO. La cultura no se aprende copiándole al de enseguida sino creando la propia; el pueblo dice que la ‘educación’ se mama o se trae en la sangre (¿o viene en el genoma?) y solo tiene dos opciones: desarrollarse en su práctica o morir de abandono. El arte, la artesanía y el conocimiento científico son los instrumentos de labranza de la cultura.
Y también, aunque se dé en condiciones precarias, toda manifestación de la cultura universal, todo esfuerzo por enriquecerla en la reproducción de los clásicos del arte, en la universidad y los cuerpos colegiados de la investigación, en los productores individuales, al traer las expresiones de la cultura universal al seno de la cultura mexicana, enriquecen la nuestra.
Ni siquiera la rivalidad entre el Día de Muertos y el Haloween (explicable solo por la rivalidad infantil) logra justificar el chovinismo con el que algunos fundamentalistas se comportan como, si tal fiesta infantil de disfraces fuera un aquelarre y usted todavía viviera en el fanatismo medieval.
El Día de Muertos es una mejor tradición por su significación filosófica más profunda y su riqueza cultural y artesanal más rica y universal.
Pensándolo bien... Lo que la cultura mexicana necesita es practicarse y desarrollarse; no necesita de aguerridos defensores. [JPR, PB, 2000-10-31]
http://jperezrobles.wordpress.com/blog; PB101101Cultura.docx; 20:21; 2476Car
lunes, 1 de noviembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario