En una visita a Vietnam en 2000, los Clinton recibieron inusitadas muestras de popularidad entre la juventud nacida después de la toma de Saigón en 1975 por los vietnamitas.
Apenas a 25 años después de tal evento histórico la siguiente generación vietnamita da muestras claras de occidentalización.
Al fin de siglo 20, la política-política, tomada como práctica protectora o hasta salvadora de la sociedad ha caído en desgracia; y los interminables discursos, más cursis que un guión de telenovela y llenos de ‘razones de estado’ para justificar la represión, también cayeron.
Desde la mitad del siglo 20 la Revolución Mexicana ya era representada por los caricaturistas como un anciano apenas recordando batallas que los niños escuchaban como cuentos de fantasmas: tan interesantes como increíbles.
La izquierda mexicana, en su lucha de todo un siglo contra el sistema político representado finalmente por el PRI, nunca consideró a la Revolución Mexicana más que como una revolución burguesa: un cambio de manos entre unos hacendados porfiristas por otros hacendados no tan porfiristas. Incluso Emiliano Zapata, quien definió la propiedad de la tierra por quien “la trabaja”, solo ascendió a mártir de estado y bandera iconográfica del rock (junto al Che Guevara) y dio nombre a un tardío levantamiento indigenista en Chiapas (o sea, la utopía perfecta).
Álvaro Obregón representó la modernización fase uno de la producción agrícola/industrial privada en el norte, modernización castrada por un corporativismo institucional, y también significó la primera señal de la revuelta cristera en el centro, finalmente cristalizada en el moderno catolicismo globalizado del Tec de Monterrey y los cursillos de cristiandad, preámbulo irrefutable del despertar político empresarial de hoy.
Pero de esa historia ni quién se acuerde.
Excepto la derecha-fuera-del-PRI que capitalizó electoralmente la conciencia de ‘cambio’ que fuera promovido con gran éxito popular por la izquierda-fuera-del-PRI durante todo el siglo 20. Un éxito de media cancha en realidad, porque su delantero (Cuauhtémoc) no pudo concretar el gol. La derecha sí pudo, y el PRI-gobierno pasó a ser el PAN-gobierno.
Si la primera generación posrevolucionaria vietnamita dejó de creer en sus gobernantes héroes de la guerra a los 25 años, imagínese por cuánto tiempo los mexicanos creerán en los políticos que los gobernarán con tanta pureza y tanto autoritarismo muriéndose por salir de entre los resquicios mal tapados del equipo de transición.
El nuevo PAN-gobierno no dispone de 90 ni de 25 años: tiene apenas 100 días de plazo para empezar a cumplir lo prometido. [JPR, PB, 2000-11-20]
Diez años después un viejo prematuro PAN-gobierno nos viene a decir que tiene más amor por la Revolución que el desaparecido PRI-gobierno, solo porque cumple 100 años.
Y el nuevo PRI, con sus viejos pulidos y encerados, y sus nuevos ingenuos, dicen que le toca regresar a Los Pinos.
Pensándolo bien... ¿Usted les cree? Yo tampoco.
http://jperezrobles.wordpress.com; PB101122Revolucion.docx ;17:30;2638Car
lunes, 22 de noviembre de 2010
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