Es inevitable que surjan autores como Élmer Mendoza, (porque) hay algo que contar ahí. Ciertamente, la nómina de títulos (sobre todo reportajes y novelas) es amplia, crece con soltura y en ocasiones calidad, no todo es basura perecedera.
Narradores estupendos como Sergio González Rodríguez, Eduardo Antonio Parra y David Toscana han recalado ahí, y no sólo por afinidad temática. Como para los consumidores de noticias o la población anegada por esta guerra, para ellos la palabra es: inevitable. Cuántos reporteros y fotógrafos caen o huyen por dicha inevitabilidad, ante el peligro de informar y el riesgo de no hacerlo.
El registro de la nueva realidad brutal en nuestra vida cotidiana ha sido escaso. Un libro altamente recomendable que llena este vacío es Malayerba, de Javier Valdez Cárdenas (Jus, 2010). Mediante una desenfadada y generosa galería de retratos hablados, el también corresponsal de La Jornada en Sinaloa expone cómo se vive la cultura narco en dos de sus cunas: Culiacán y la sierra sinaloense.
Carlos Monsiváis escribe en el prólogo (uno de sus últimos textos) que Malayerba contribuye con destreza narrativa y visión panorámica a la comprensión de los cambios negativos en México. “La normalidad de las costumbres de la violencia es el arrinconamiento de la ética, y Élmer Mendoza y Javier Valdez han sido los primeros en marcar cómo el narcotráfico pasó de ser un fenómeno externo a una vivencia interna, así quienes la padecen no tengan nada que ver”.
Otro libro de Valdez, Miss Narco (Aguilar, 2009), captura con naturalidad el habla y la cartografía culichi y, desde ahí, el abismo que acecha en los jales peligrosos, la avidez febril de poder instantáneo y sin remordimientos. La fragilidad de la sobrevivencia. El cinismo de la sobrevivencia.
Valdez confronta la burda alegría del exceso prepotente, la crueldad gratuita, la triste realidad del miedo y la derrota. Una cosa es que México nos duela y otra que no debamos verlo así como es, para cambiarlo. [Herman Bellinghousen, La Jornada, 2010-11-15]
En contraste con esto, los políticos y los empresarios de aquí y de afuera hablan un lenguaje que lamenta la violencia, pero ignora la participación y complicidad moral de unos y otros en el cultivo primero y el mantenimiento ahora de una ideología netamente narca del poder; o sea, la ideología de la apropiación privada de lo que sea como sea: de un estado, de una nación o del globo.
Pensándolo bien... Por eso es que las letras del narco se hacen inevitables e incómodas: porque desentierran los asesinatos que no vemos, los disparos que no escuchamos, los sustos que callamos y la impotencia en que vivimos.
http://jperezrobles.wordpress.com/ ; PM101115LetrasNarcas.docx ;16:45;2334Car.
martes, 16 de noviembre de 2010
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