La Llorona, como todos los días de muertos, viajó de Chimalhuacán hasta San Ángel a buscar al Zincuatle.
La Llorona no encuentra a su amante que le ha dejado una cauda de hijos muertos y vencidos. Hijos que se remontan a las luchas por la Independencia de México, la Revolución Mexicana y la guerra de guerrillas que actualmente se libra en nuestro país. Guerra que día a día deja una nueva serie de hijos muertos. Una madre, la Llorona, que es todas las madres que lloran a sus hijos.
De septiembre a noviembre se intentarán elaborar los duelos que recorren nuestra historia. Como secuela de esta neurosis traumática, las pérdidas siguen y seguirán. El dolor que no cesa.
La Llorona sabe que las ideologías religiosas y la entrega de sus hijos a las creencias que son proporcionales al desprecio que ejercen sobre ellos, les paralizan su capacidad reflexiva y conducen a experimentar los afectos y sensaciones más extremos: horror, terror, odio al transgresor, indefensión y confusión, en suma crueldad y pérdida del juicio crítico.
Si los verdugos de manos sucias creyeron que sepultando a los muertos clandestinamente o en cunetas, la barbarie sería escondida, se equivocaron.
Los cegó su brutalidad e ignorancia. Los muertos retornan, porque las heridas aún supuran en los hijos de sus hijos y los duelos se tornan inelaborables, pero sobre todo, porque los espectros siempre retornan.
La Llorona sabe que en el inconsciente nada se borra, lo escondido siempre regresa y lo no elaborado sigue ejerciendo efectos traumáticos. Pretender que los asesinatos en masa y la desaparición de seres humanos se olviden por decreto no es solo una atrocidad, sino un manejo perverso del dolor humano. [José Cueli, La Jornada, 2010-11-05]
José Cueli es uno de los escritores mexicanos más sensibles al alma nacional, a su cultura y a su sociedad.
Sensible aquí no significa cursilería, sino esa otra cualidad de ver lo que nos ciega a todos como grupo humano ante las catástrofes, poder verlo sin importar el dolor de la mirada, una sensibilidad hermana de la que se fue con Monsiváis y otros muertos ilustres.
Esa tozudez con la que se mira al significado de la cultura, de la leyenda urbana, de la tradición popular, que le hablan a la cara a la brutalidad y a la ignorancia, y las denuncian a gritos desde la marginación.
Que nos digan que nosotros lo podemos decir mejor aquí es un autoengaño narcisista; hay mentalidades lúcidas en México capaces de ver en lo oscuro y por lo mismo insuficientemente reconocidas; si acaso solo podemos escucharlas y mostrárselas a usted y también a quienes les es vedada su palabra.
Pensándolo bien... Lo demás es pura tele, oiga: Una Llorona que hace mucho ruido, pero que no dice nada.
http://jperezrobles.wordpress.com/blog; PB101105Llorona.docx; 12:15; 2381Car.
viernes, 5 de noviembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario