la convirtió en el mito urbano de los Rebeldes sin Causa; el cine mexicano dibujó a los adolescentes como una bola de tontos que lo único que quieren es bailar rockanrol; el cine francés hizo de ellos unos/as jóvenes sumidos en encantadoras depresiones... y bla, bla, bla.
La adolescencia es un misterio en cada generación. Lo fue en la generación de los padres y abuelos de hoy, aunque lo hayan olvidado, y es un misterio para los mismos adolescentes actuales.
En primer lugar no saben cuándo empieza su propia adolescencia; menos saben que la adolescencia formal es en realidad una segunda adolescencia, y que la primera sucedió a partir de los 3 años y terminó más o menos al entrar a la primaria, como a los 7.
Todas aquellas actitudes berrinchudas, caprichosas, de llanto y risa sin punto y aparte, de dolor o placer en el alma por cualquier cosa, y de amores infantiles, irracionales e imposibles durante la etapa de 3 a 7, se re-viven desde los 12 hasta los 18.
La diferencia es que la estatura y el peso son mayores, en algunos casos mayores que lo que lo adolescente quisiera, pero no puede dejar las pizzas, las hamburguesas y los refrescos; en esta etapa empiezan a agarrarle gusto a la cerveza y a otras substancias, y además es la época de la elección de objeto amoroso; o sea, la definición de la propia preferencia sexual.
Aquí es cuando a las mamás y los papás se les paran los pelos de punta.
Los papás creen a pie juntillas que la adicción es una enfermedad porque ataca por igual a pobres y ricos, a malas y hasta a buenas familias; y la misma teoría del origen externo de los fenómenos sirve para localizar el “problema” de la preferencia sexual de los/las jóvenes.
Pero esa creencia de la enfermedad foránea, externa a la familia, como cáncer o viruela, no es gratuita; es una idea viene como anillo al dedo porque deja fuera del problema a la dinámica familiar; o sea, a las formas concretas de la expresión del amor en esta familia particular; formas que están aquí desde la “primera adolescencia” entre los 3 y los 7 años y renace, o más bien se re-significa, en esta adolescencia tan conocida entre los 12 y los 18.
El problema será complicado si se ve desde los miedos y tabúes familiares, afectivos o ideológicos; el problema sin embargo se vuelve simple cuando se ve desde una digna humildad intelectual, desde el reconocimiento de nuestra ignorancia y nuestro miedo a ser libres, como el resultado de nuestras carencias afectivas paternas y maternas.
Toda adicción es la satisfacción sustituta de una necesidad de afecto que la realidad deniega. Se dé cuenta o no el sujeto de una adicción (o de otra obsesión cualquiera) lo que busca es obtener amor. Punto.
Como los dijeron Los Beatles hasta el cansancio, todo lo que necesita un adolescente es amor.
Pensándolo bien... Oiga, ¿no es esa misma medicina la que necesitan los papás y las mamás?
http://jperezrobles.worldpress.com; PB101008Adolescencia.docx ;18:10;2495Car.
viernes, 8 de octubre de 2010
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