domingo, 17 de octubre de 2010

Culpa (VC) - 16OCT10

Como podemos darnos cuenta por los ejemplos de la literatura especializada, el sentimiento de culpa es algo fácil de sentir, pero difícil de explicar.

La culpabilidad produce la mayor parte de los malestares del alma humana y su explicación racional solo se puede dar a través de un complejo lenguaje simbólico, como si fueran matemáticas superiores, que yace en la teoría y la clínica psicoanalíticas; una de las más complejas aproximaciones teóricas al funcionamiento psíquico que todavía a más de un siglo (como la teoría de la evolución) no haya su asentamiento generalizado en la cultura dominante.

La culpabilidad como fenómeno ha sido aprovechada y explotada por siglos por las diferentes formaciones sociales, mediante un recurso de chantaje emocional de las cúpulas del poder político y económico, sobre la población en general.

Las estructuras de poder han usado sus aparatos ideológicos sistemáticamente con mayor o menor grado de habilidad y técnica, para dirigir la ilusión de alivio o cura del malestar que causa el sentimiento de culpa individual hacia donde los intereses del estado indiquen. Para bien o para mal.

Las iglesias de todas las religiones y denominaciones tienen como común denominador histórico el manejo explícito de la culpabilidad de sus fieles desde el principio de los tiempos; son herederos ya desarrollados de los sacerdotes y profetas de las primeras teocracias. También para bien o para mal.

Pero el sentimiento de culpa sigue ahí, en pleno tercer milenio, acompañando a la dualidad emocional odio/amor y formando parte esencial de las relaciones afectivas en la Vida Cotidiana de todo ser humano.

En la experiencia individual, todos experimentamos el sentimiento de culpa desde antes siquiera de entrar al jardín de niños; es intrínseco a las relaciones afectivas de todo orden, empezando por la dualidad madre/hijo hacia el final del primer año de vida y especialmente en el segundo, cuando el idilio original es desplazado por la necesidad del control de esfínteres y sus ambivalencias asociadas.

El desarrollo psicosexual de niños y adolescentes estará siempre acompañado de la lucha entre Eros y Tanatos, entre el instinto de vida y la pulsión de muerte, entre el amor/apego/vida y el odio/agresión/separación/destrucción/muerte.

La oscilación entre uno y otro polo viaja en el tren de la culpa: el amor se ve inconscientemente asaltado sin aviso por la agresión, y odia; el odio sentido produce la angustia de separación o destrucción de la liga con el otro amado; inmediatamente aparece la instancia (superyó) que coloca la causa de todo en la propia persona que sufre por su culpa; entonces se echan a andar todos los sistemas de defensa disponibles, inconscientes o no, para reparar el daño a la otredad amada o necesitada para la supervivencia de sí mismo, por haberla vuelto objeto de su agresión; si tiene éxito, el mecanismo de defensa será utilizado una y otra vez por el resto de la vida; pero cuando el intento falla aparecerá la depresión, el duelo o la melancolía, que por sí mismos tienen sus propias dificultades; y con el tiempo, si hay suerte, se intentarán otros métodos de reparación del daño, aunque sea en otra relación, aunque sea con otra persona; si se logra reestablecer una liga amorosa, sea con la misma o con otra persona, en otro plano y con reglas del terreno diferentes, el ciclo se cierra; por ahora, mientras se alimenta la esperanza de que no emerja la siguiente crisis, a sabiendas de que es capaz de repetirse.

(Por cierto, es imposible negar el parecido a los ciclos del pecado y su cura: pecado, autoinculpación, arrepentimiento, confesión, perdón, expiación,... pecado,…)

Mientras menos re-conocido (vuelto a saber), el sentimiento de culpa inconsciente se transforma en otra cosa, sin pedir permiso, a espaldas del yo conciente; otra cosa, por ejemplo en odio, agresión y no pocas veces en violencia.
No hay manera de hacer desaparecer los sentimientos de culpa que están ahí tan enraizados en el espíritu como los sentimientos amorosos. Lo que sí se puede hacer es mantener a raya la agresividad desplazada hacia los que se aman, por causa de MI sentimiento de culpa inconsciente.

“¿Y cómo le hago, si ni siquiera lo veo venir?”

Pues por lo pronto, saber que cuando mi rabia la noto demasiado impertinente, es decir, como que no le queda a lo que me causa la rabia aquí y ahora, porque no es para tanto, al menos sospechar entonces que debo traer cargando otras rabias que son hijas de mis propias culpas no reconocidas de mi pasado desde la infancia, las recuerde o no.

Si puedo transformar mi sentimiento de culpa inconsciente en una culpabilidad conciente, entonces me estoy haciendo responsable de mis propias culpas y por ello dejaré de proyectarlas a otros, con los que tengo relaciones afectivas.
Los resultados pueden ser espectaculares: los demás dejan de evitarme por miedo a mis exabruptos o francamente por hartazgo y desamor; y el escenario de las relaciones podrá inclinarse más al amor que al odio; y la máxima ganancia es que yo mismo no necesitaré odiarme por mis culpas.

Ojo, casi nunca resulta al primer intento, pero pobre del que se rinde sin intentarlo de nuevo; porque el sentimiento de culpa sí seguirá tratando, a escondidas, resolver su problema a través de la vía agresiva y el odio que acarrea.

http://jperezrobles.worldpress.com; VC101016Culpa.docx ;09:03;4546Car.

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