Sobre las adicciones adolescentes la experiencia material de los propios familiares y las leyendas urbanas que escuchamos en las reuniones son las fuentes de conocimiento público; y una visión así lo único que hace es mantener la angustia flotante frente a un fenómeno que no tiene solución ni causa aparente.
Los adolescentes serán adictos al alcohol o a las drogas sólo si sus condiciones mentales, emocionales, psicológicas o como quiera usted llamar a los conflictos que sufren, los propician.
La mayoría de los adolescentes experimentan con el tabaco, el alcohol y los psicofármacos cuando menos una vez por semana. Los adolescentes se encuentran eventualmente con la mariguana o la cocaína y unos las experimentan y otros no.
Las drogas más pesadas son fases posteriores de la problemática de la adicción, cuando se hace francamente patológica y necesita internamiento de rehabilitación clínica, no son casos típicos sino singularidades de la problemática adolescente. Y en realidad la mayoría de las veces estos son casos de jóvenes adultos con viejas adicciones, como cualquier reporte de espectáculos puede atestiguar.
Algunos adultos tienen la tendencia a considerar estos casos extremos como si fueran la característica general de la adolescencia o la juventud, con la misma actitud simplista de un defeño diciendo que todos los sinaloenses son narcos. Es una discriminación muy cómoda que pretende dejarnos a salvo la propia participación en aquello que juzgamos.
Pero los padres de familia preocupados por el miedo de que su hijo caiga en las drogas saben que esta actitud no los salva de participación en el problema y mucho menos de su solución, no siempre agradable.
Aunque no acostumbramos a relacionarlo, es lo mismo que sucede con el enfrentamiento con el embarazo adolescente de mi hija o la homosexualidad de mi hijo.
Lo tenemos qué decir aquí y tenemos que decirlo a nosotros mismos: mi adolescente es una prolongación de mí mismo como madre y como padre. La mitad de sus genes son míos y la otra mitad son de mi pareja. Este adolescente no vino de Marte, ni de Venus, sino de nuestra relación amorosa, que produjo aquel niño que anduvo por la casa durante los últimos 13 años y ahora es este joven raro que nos parece estudiante de intercambio de Bosnia.
En la medida que los adultos hagan el esfuerzo por acercarse al lenguaje de su repentino visitante extranjero al que no le entienden ni papa y quien no parece hablar español, pero que come, duerme, estudia (a veces), crece, pide el carro o la bici (depende de la colonia) para ir a sus reuniones y llega una hora después del límite... esa será la medida en que podrán establecer una alianza generacional de mutuo respeto que pueda pasar a través de las trabas y resistencia formales y “normales” de los papeles de “papás” y de “hijos” en constante conflicto y más durante la adolescencia.
Todos los recursos que se tengan se valen. No todos funcionan, porque cada caso tiene sus fórmulas particulares, pero lo peor que se puede hacer es quedarse con los brazos cruzados; eso, en lugar de verse como respeto, se ve como abandono; y el abandono percibido en la adolescencia es una de las principales causas de la adicción.
Con todo, hay qué practicar el arte de la mater-paternidad inteligente y no abrumar al adolescente con admoniciones o discursos moralistas, del mismo modo como los adultos no se dejan manipular por sus chantajes sentimentales, que vienen desde la primera infancia y fueron infalibles entonces.
La mirada y la voluntad deben mantenerse fijas en la meta de establecer y sostener una alianza emocional con el hijo/hija para afrontar juntos el problema de crecer en la adolescencia y eludir hasta lo posible la amenaza de las adicciones.
¿Será bueno empezar por dejar las propias adicciones adultas (café, tabaco, alcohol) antes de prohibir las adicciones del adolescente en casa?
http://jperezrobles.worldpress.com; VC101009Adolescencia(2).docx ;11:52;3362Car.
sábado, 9 de octubre de 2010
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