Los problemas entre los adolescentes y sus padres no son solo por falta de amor, sino también por una expresión fallida del amor. Los padres tardan en darse cuenta que su hijo ya no es un niño grandote y tampoco un adulto chiquito, sino un joven con nuevos problemas biológicos, emocionales y existenciales que no pueden ser ignorados, sino deben ser conocidos.
Y que sean conocidos no significa tener un juicio previo solo basado en las propias memorias, que generalmente nos mienten; ni apelar a la sabiduría popular para darle carpetazo al conflicto, sino saber que tenemos un adolescente en casa y que eso significa poner en cuestión lo que hasta ahora había sido el método perfecto de relación entre nosotros y nuestros hijos chicos.
La dura historia de mi propio desarrollo, endureció la capacidad de mostrar afecto a mis hijos; pero no es verdad que “a mí no me pasó nada” con las durezas que recibí: lo que me pasó es que ahora no sé cómo transmitir mi afecto a mi hijo/a, sin dureza.
Un hijo/a adolescente viene a poner en cuestión, con su sola presencia, muchas de las presunciones que unían a la familia hasta hace poco. Como el único que ha cambiado últimamente en esta familia es el púber, pues sobre él/ella recae la “culpabilidad” del cambio.
Como el joven está en una etapa sensible al drama, y los padres están acercándose a “la edad de los nuncas”, o sea que están enojados con la vida porque esa juventud que muestran exuberantemente sus hijos, en ellos ya pasó; y como ambas partes son inconscientes, ajenos a las razones por las cuales se sienten así, pues los choques cotidianos brotan.
Por lo pronto hay que pensar que la adolescencia NO es eterna, aunque lo parezca; y se cura con el tiempo.
Cuando la adolescencia está en casa, todas las partes deben cambiar de actitudes, unos frente a otros, para poder navegarla sin naufragar: habrá mar picado durante varios años.
Hay que dejar de tratar al joven como si no estuviera batallando con dejar de ser niño para hacerse hombre, obligado por la biología y la presión social; ni tratar a los padres como viejos inútiles.
Saber que el conflicto es parte del crecimiento y, ni modo, negociar con esa realidad, igual si soy el padre o madre de familia angustiado, que si soy el hijo adolescente incomprendido.
Pensándolo bien... O sea, tener un adolescente en casa es tan conflictivo como tener unos padres que ignoren el problema.
http://jperezrobles.wordpress.com/ ; PM101008Adolescencia2.docx ;20:09;2104Car.
sábado, 9 de octubre de 2010
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