miércoles, 6 de octubre de 2010

El Cambio y sus miedos - 4SEP10

oír “el cambio” inmediatamente lo asociamos con campañas políticas, acciones terroristas y antiterroristas, crisis o con todo tema que tenga relación con la situación desagradable por la que pasa el país y globo ahora.

El cambio ha significado grandes penurias y miserias a las formaciones sociales, desde el nacimiento de la civilización.

El propio concepto de civilización incluye el concepto de seguridad y le da vida al concepto de gobierno como guardián de la formación social que parió el concepto de estado; o sea, la seguridad del statu quo.

Desde ese momento nacieron los partidos y la ideología. Lo poderes, fueran instituidos o fácticos, ya estaban ahí: la iglesia, el ejército, el comercio, la aristocracia y los piratas, siempre cerca de la silla del rey.

El psicoanalista Erich Fromm estudió el fenómeno visto desde la teología en “El Miedo a la Libertad” y desde la sociología en “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea” a mediados del siglo pasado.

Herbert Marcuse lo hizo desde el psicoanálisis en “Eros y Civilización” y “El Hombre Unidimensional”, con mayor profundidad; pero la rueda de la historia lo ha ignorado una y otra vez.

El miedo al cambio acompaña al crecimiento de la cultura y la civilización; y los costos de tal avance contribuyen a conservar el mismo miedo al cambio.

Ese fenómeno es, ni más ni menos, una reproducción ampliada en lo social del fenómeno individual de crecimiento infantil. Un fenómeno plagado de cambios radicales y acelerados desde el nacimiento que dejan una huella indeleble en los mecanismos de defensa del ser humano adulto.

Cada cambio genético evolutivo que sufre el ser humano significa un abandono del statu quo al que había logrado adaptarse, como cualquier mamífero superior sabe hacerlo, aunque no sepa que lo sabe.

El hombre SÍ sabe que lo sabe; y eso lo lleva a saber que ignora, y mucho; tal ignorancia es la fuente de todas sus angustias; porque cada cambio apunta a un territorio ignorado al que el sujeto no sabe si podrá adaptarse.

El terror del hombre es anticipatorio, yace en sus fantasías, en sus pesadillas, en el miedo a morir que aprendió desde las cavernas cuando su compañero de caza dejó de moverse al ser pisado por un mamut.

Los representantes parciales de ese miedo a morir, son cada uno de los cambios que el desarrollo impone sin piedad alguna al bebé que crece: la separación de la placenta, el destete, el cambio de cuarto, el control de esfínteres, el control de los instintos básicos, la salida de casa a la escuela, el cambio de sistema en cada ciclo escolar, la adolescencia, la definición sexual, los actos fallidos amorosos, la desilusión de la pareja...

Con eso es bastante. El miedo al cambio no sale de la nada, tiene suficientes miedos en la historia y en el desarrollo.

Pensándolo bien... Como para tenerle miedo al cambio.
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