El sentimiento de culpa tiene un origen que no recordamos pero que nos hace actuar de maneras no muy racionales para deshacernos del malestar que produce. Por ejemplo, la huída de la realidad mediante las adicciones (legales o ilegales) y en otros casos mediante su transformación en reacciones agresivas, y a veces violentas, contra las personas con las que guardan relaciones afectivas.
Su origen se remonta al segundo año de vida (después del idilio madre-hijo del primero y durante el aprendizaje del control de esfínteres del segundo) y se asienta en lo inconsciente de la persona aproximadamente a los 5 o 6 años (después del entierro del Complejo de Edipo y el nacimiento del Superyó), una vez que la dinámica del triángulo mamá-papá-hijo(a), de los primeros años de vida hubiere servido de escenario para la configuración de la estructura de carácter del niño(a); carácter que portará de aquí en adelante por el resto de su vida.
El sentimiento de culpa inconsciente original proviene de los conflictos internos entre las pulsiones básicas, frente a la necesidad de sobrevivir incorporando al Yo las reglas culturales del entorno familiar. Algunas veces tales reglas pueden ser bastante irracionales e imposibles de satisfacer para un niño menor de 6 años, y la polarización no se hace esperar. Más tarde, tal conflicto no resuelto encontrará sus propios canales de expresión como lo dijimos al principio, o si hay suerte, mediante la sublimación de la agresión acumulada hacia las artes, el deporte, el conocimiento, la productividad…
Es necesario hacer un discernimiento entre el sentimiento de culpa inconsciente y la conciencia de culpa; y mayor diferencia todavía con el reconocimiento de la responsabilidad propia por las consecuencias.
Por ejemplo, el dramaturgo alemán Günter Grass nunca abandonó la crítica de la cultura alemana de posguerra y su negación sistemática del exterminio de millones de judíos europeos durante el período nazi. En Günter Grass había una conciencia de culpa alemana, en la cultura y sociedad alemana había (y hay en sus neonazis) un sentimiento de culpa inconsciente que negaba toda responsabilidad y se manifestaba con mayor agresión y violencia.
En lo familiar, es frecuente rastrear los restos de sentimientos de culpa infantiles en golpeadores y violadores que reprimieron su odio a sus padres abusivos por haberlos sometido a esa misma violencia que repiten en su adultez contra sus hijos o parejas. O sea, nunca asumieron su odio a sus padres por su abuso; y ahí germina la semilla de la separación, el huevo de la serpiente.
La tendencia a la irresponsabilidad ante los propios actos culpígenos está mucho más generalizada que la que vemos en nuestros políticos o grandes empresarios, porque tiene una raíz cultural e histórica avalada por la misma estructura del tejido social; y desde ahí parte la famosa impunidad.
La única solución posible está en el intento de transformar al ‘sentimiento de culpa inconsciente’ en una ‘conciencia de la participación propia en la culpa’.
Se dice fácil... no lo es.
http://jperezrobles.wordpress.com/blog; PB101016Culpa.docx; 09:09; 2671Car.
domingo, 17 de octubre de 2010
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